Intuiciones por venir que crecen bien peinadas. Las tunas coquetas muestran las posibles salidas. Basta un poco de cielo de aguardiente a las once meridiano, para que surja el mismo tedio de pensar en la orfandad enamorada.
A veces duele el corazón de tanto pensamiento y de tanto dolor el muro de besos se levanta.
El gallo canta distinto, no es el canto aldeano. Es el canto filosófico; clara y yema forman otro caldo primigenio.
A fuerza de rodar por caminos azarosos, las dudas se suben a los hombros y no se bajan de tanta pesadumbre.
Pero también hay un pan que crepita y tiene costra dura, y un espacio curvo, y una serpiente emplumada de quetzal y un éxodo que encuentra sus palabras.
Antes y después: los titubeos.
En los bosques de Paris o en la Alameda de México la vida se llena la barriga. Basta un aire metafísico y un soplo existencial, para que al jardín aleatorio le nazca la escritura.