Como un amor perdido, el niño jugaba con las palabras. Se palpaba el cuerpo. Brincaba. No sabía que al crecer, la noche alimentaría esos signos de puntuación y entre paréntesis, podría introducir todas las comillas como respuesta recurrente de sentido.
El niño improvisa.
¿No es tierno?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario