Como buen caballero caduco, la cara se le iluminó. Sus ronquidos, célebres en los dormitorios estudiantiles, tuvieron cabales momentos previos a los exámenes. Ese día respiro calmo, recordó aquellas glorias y la vio pasar. Como si buscase algo fresco entre los dientes, se dijo, “soy algo más que un respiro”. Ella se insinuó con su mirada, aleteó y nunca pudo salir del frasco.
Sus largos ronquidos ahora se estrangulan entre los mil tarros que en los estantes tintinean por el frenético revoloteo de las polillas.
Sergio, eres un genio. Un abrazo
ResponderBorrarGracias por venir a los Antojos. Un fuerte abrazo.
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