jueves, 8 de enero de 2015

Ángeles crecidos


En lo mas hondo de la vieja ciudad, antes que las alcantarillas humearan la respiración de las entrañas terrenas, ellos ya se frotaban las alas con alcanfor. Con el silencio endurecido y los riñones repletos como cualquier mortal, se pasean al alba. Son profesionales del desprecio porque son sordos a las suplicas. Muertos de sueño, andan fugitivos de alegría tatuando con su orines las paredes de los edificios. Cambian de sexo con gran frivolidad, con la esperanza de engañar a los necesitados de caricias. Quien los mira, piensa en lo sagrado para enloquecer en el fango de la promesa no cumplida. Como una pena ya sin piel, ellos tienen una alta calma y machacan con cinismo las pocas rebeliones emboscadas en los prostíbulos.

Con el hambre del varón y el misterio de la hembra, se reproducen así mismos como el miedo. Si los miras al alba en cualquier época del año, no te engañes, son los Ángeles crecidos. No hay triunfo ni consuelo en este encuentro porque la rabia se limpia los colmillos.

Tinta/papel 20 x 30 cm.