martes, 28 de julio de 2009

Caballito que no es de mar

Puede venir de lejos, siguiendo las veredas de algas, confundido por verdes imaginarios alfalfares y esa cadencia indómita de centenares de crines al viento.
Huellas herradas que comenzaron en tropel hasta que el viento se encorvó por el desfiladero, le dan ese porte noble y altivo, como vaticinio de ecuestres bronces en las plazas.
Su estampa esta en la cisura de un tiempo tatuado en piedra dentro de una cueva.

Fue migrante bronco cuando en manada conseguía extender su anca sin miedo a las veleidades de la guerra.
De sus belfos salió el aliento de algunos héroes que fueron cantados por aedos y cronistas.
Y de sus orejas, los clamores y empellones de los hombres hacen cerilla oscura, pestilente y cólera de espanto.
Sus pezuñas, como rodillas duras, han juntado el alma del centauro con la noche: sentimental memoria nunca relatada.
Robusto su cuello hermético, se venera su galope: latido que parece que es de mar toda llanura.
En vano, algún sueño de cabeza equina recorre los montes y se adivina la fugacidad del juego.

- ¿Juanita, de dónde viene ese trote?
- De la pradera verde.
- Juanita, que parece de mar esa cadencia.
- Debía, pero no es. Es el cuatralbo.
- Ya lo decía Juanita, es zaino mi delirio.

Hay un esfuerzo piadoso que sujeta las riendas de la fiebre y una fatiga que revive la cuadriga que cruzó la frontera y parió a éste caballito que no es de mar, de pura suerte.
Sergio Astorga

Acuarela/papel 20 x 30 cm.

miércoles, 22 de julio de 2009

Ya no eres lo que eras

Te buscas lejos para encontrarte. Esas partes de algo que el tiempo tejió son las voces que están sonando dentro de ti.
Aduanas de infancia brutal, donde las complicidades de ellos forjaron la infamia que viven día a día como si fueran los dueños de tu infancia, de tu cuerpo, de tu fantasía.

¿Cuánto falta para que llegues?

Te devoraron las formas, los hábitos de una tribu que no se conduele de tus heridas y si piensas en todo lo que has oído, se clarifica el muro de engaños, de mentiras; señuelos para no saltar el muro.
Y hay un dedo humillante que te señala asesina por querer gritar que ya no quieres esa muda violencia que te viola de nuevo.

¿Está todo bien contigo?

“Algo te espinó la vida”- te dicen, ya no eres lo que eras, ya no quieres quedarte quieta, ya respondes, reclamas, ya no toleras la soga, el celofán, el moño de la mentira, del chantaje; de la sumisión.
“Lo tuyo es callar como he callado yo”- te apuntan.
“Lo tuyo es aguantar porque eres mujer, así ha sido para mí y lo será para ti, porque así es”- te reclaman.
¿Qué es lo que te pasa?

“No puedes ser más bella que yo porque yo te di la vida, ¿estás a entender? Y me tienes que querer porque es tu obligación”.
Sentencias, dictamines, fallos, veredictos: mentiras.

Abres la mano. Sientes el polvo y tiras para el norte. Caminas lejos, porque puedes, porque los sueños buscan alianzas y los resplandores trabajan las sombras frescas.
Es movimiento la espera y en ese cruce de caminos, ya no eres lo que eras.
Sergio Astorga

Tinta china/papel 27 x 22 cm

viernes, 17 de julio de 2009

Cartas y Asociados S.A. de R.L.

En mangas de camisa y con el corbatín anudado como símbolo de pulcritud, el señor L. acomodaba en riguroso orden temático las cincuenta y cinco cartas en sus respectivos expedientes.
Terminados los preparativos, el señor L. suspiró gozoso. De su gran escritorio, abrió el cajón izquierdo para sacar un pañuelo. La inicial de su nombre, bordada con hilo azul y en tipo gótico, contrastaba con la blancura del encaje. Dobló el pañuelo con delicadeza. Secó las pequeñas gotas de sudor que se aferraban a su frente. Tuvo la sensación de encontrarse bañado por una lucidez indómita, y con el vigor de un mariscal en campaña, presionó el botón del conmutador.

- ¡Buenos días señorita!
- Buenos- contestó una voz añeja en su fastidio.
- Haga el favor de pasar al expediente treinta y dos.

El señor L. sin esperar la respuesta se enfrascó en el aseo de su monóculo. Inspeccionó el expediente y no satisfecho con la transparencia de su visión, limpió de nueva cuenta el altivo monóculo.
Al abrirse la puerta de su oficina, un potente rayo de luz se ablandó sobre la alfombra.

-¡Adelante, adelante! –invitó el señor L. mientras jugueteaba con su pluma de carey.

Una gabardina impersonal se acercó presurosa al escritorio.

-Permítame su comprobante de registro... ¿lo trae?...perfecto.

Una mano huesuda extendió la tarjeta. Con mirada sagaz el señor L. observó la callosidad violeta del dedo medio.

-Escribe usted a mano, ¿verdad? Hábito irreprochable, es más permítame felicitarlo. No hay como escribir con su propio puño y letra... después, si se quiere, porqué no, podemos utilizar la máquina... Disculpe que no le ofrezca una silla, usted sabe que nos encontramos en plena mudanza y, para nosotros, lo más importante es tener las cartas y los expedientes en orden.

El señor L. sonrió benevolente al mirar su reloj, apoyó sus dedos sobre el escritorio y prosiguió solemne:

-En contra de nuestra costumbre, nos vimos obligados a enviarle un telegrama para solicitar su presencia. ¡Hecho inaudito!, créame. Quebrantar las reglas nos fue muy penoso. Hubiéramos preferido una carta, pero la urgencia del caso lo ameritaba... No se podrá quejar, la redacción del telegrama se hizo con el más riguroso estilo que exige el género: síntesis y claridad absoluta... pero, entremos en materia querido amigo; lo mandamos llamar por dos razones: la primera, para participarle los avances de este Centro y la segunda... bueno, usted habrá sacado sus conclusiones. Antes que nada, quiero aclararle que todos los pormenores se le harán llegar por carta a vuelta de correo. Nuestra reunión tiene exclusivamente un carácter informativo muy general... No se impaciente amigo mío, todo por orden, usted bien sabe que la estructura es lo primero.

El señor L. destapó el frasco de porcelana que siempre tenía sobre su escritorio, introdujo una cucharita de plástico y sorbió un poco de miel de abeja. Al sentir que lo invadía un aliento aterciopelado, su voz procuró acariciar cada palabra.

-Nuestra Mesa Directiva, a través de la Secretaría General de la Sección Cuarenta y Cinco, a mi cargo, se complace en informarle el éxito sin precedentes que ha tenido nuestro Centro, del que usted, sin lugar a dudas es un miembro distinguido. Cada día nuestro Centro se extiende incontenible, ganándose la confianza y respeto de nuestros asociados. Con decirle que ya en cualquier rincón del país, contamos con una Sección autorizada y en comunicación permanente con su Centro Madre. Tenemos Secciones regionales, municipales y de distrito que cubren prácticamente todo el territorio nacional... ¿No se alegra usted?... ¡Imagínese! cada hora recibimos un alud de cartas... Nuestra Mesa Directiva, con gran visión y después de acaloradas discusiones, aprobó la formación de un Instituto de Investigación con los mejores cartistas del mundo, que se encargarán de estudiar con profundidad el contenido de nuestro gran archivo, para después, publicar una antología semanal, que a petición de los asociados se les enviará por correo sin costo alguno. También se dispuso la creación de un Departamento de Archí bonhomía por computadora. La modernidad amigo mío... la modernidad.

Con la mirada atónita, el hombre del impermeable permanecía de pié, como un fantasma en su ambiente. El señor L. le ofreció un respiro cordial. Limpió su monóculo. Sacó la carta de un fólder y esperó a que llegara la inspiración.

-Amigo mío, ha llegado el momento que a usted más le interesa. Supongo que habrá intuido lo que voy a decirle... Tómelo con madurez, ¿quiere? Su carta ha sido rechazada. Vamos no se desanime... esto es así. Le aseguro que haremos todo lo que esté de nuestra parte para solucionar el problema... Su carta fue recibida por el Departamento de Estilística, el veinticuatro de febrero del año en curso. Después de un concienzudo análisis, y con sus respectivas acotaciones y sugerencias, se turnó a la Secretaría General. Yo personalmente la he leído con mucho cuidado y estoy de acuerdo con nuestro Departamento de Estilística. Amigo mío, usted se ha despeñado. Un error imperdonable, elemental... ¡Su carta ha perdido al sujeto!... No se preocupe, esto suele pasar... Nuestros expertos lo denominan error por ofuscamiento. Yo para serle sincero, califico ésta perdida del sujeto con más severidad. Usted ha cometido el error del testarudo. ¿No haberse dado cuenta de la pérdida del sujeto, porque me imagino que usted relee y corrige su carta antes de mandarla? En fin... no se preocupe. Su problema tiene solución... Lo que más me agrada –se lo digo de manera confidencial- es la inutilidad y obsesión del contenido. Una de las virtudes más caras de éste Centro, se encuentra precisamente en las cartas que nos dan a entender la inutilidad de la escritura, la obsesión en sí misma, la pérdida total de cualquier interés que no sea escribir. Egoísmo fascinante, ¿no cree usted?...

Conmovido por sus palabras, el señor L. sacó su libreta de apuntes y escribió con gran soltura: “obsesión más inutilidad, igual a escritura. La escritura es directamente proporcional al egoísmo que la provoca”. Guardó su libreta y continuó en tono familiar:

-¡Sí usted supiera la cantidad de cartas que he leído! Se sorprendería, se lo aseguro. En mis cuarenta años de servicio, he visto desaparecer familias enteras, ¿digo familias? Generaciones se han perdido por una obsesión. Mundos se inventan y se destruyen al mismo tiempo. Suicidios, abandonos, homicidios. La relación humana pierde sentido. ¡Imagínese! Y esto lo sabe mejor que yo, que de buenas a primeras un individuo lo deje todo: esposa, familia, amigos, trabajo; porque decide que la única finalidad de su existencia se encuentra en escribir sus propias cartas, pensar que el mundo sólo le pertenece al escribirlo... Usted se preguntará ¿cuáles son los temas más frecuentes?. No existe respuesta. Me he encontrado, desde la transformación de un individuo por tener una piedra en el zapato, hasta la perdida total de la identidad. Nada se escapa a la obsesión amigo mío... nada. Según veo en su expediente, usted ha enviado treinta cartas. Debe estar tranquilo, su existencia no es tan inútil... Sólo me resta recordarle que a la mayor brevedad posible, le enviaremos por escrito el estado que guardo nuestro Centro; los éxitos y proyectos para éste año; la lista de todos lo asociados, así como de sus direcciones.
La carta rechazada no se la podemos entregar en éste momento, usted la recibirá junto con otra, donde se amplía nítidamente el motivo del rechazo... Quiero ofrecerle de nuevo la disculpa de nuestra Mesa Directiva y la mía en lo personal, por haberlo citado a través de un telegrama. Le aseguro que no se repetirá.

El hombre del impermeable se alejó muy despacio, mientras fijaba en su memoria la imagen del frasco de porcelana, que obsesivamente contempló todo el tiempo.
Con una satisfacción refulgente, el señor L. arregló los papeles de su escritorio, limpió su monóculo y presionó el botón del conmutador.

- Señorita, haga pasar al expediente dieciocho... ¿No me escucha?... Que pase el expediente dieciocho.
- ¿Qué nombre?
El mundo estalló en los oídos del señor L. tiró el monóculo, derramó la miel sobre el escritorio.

-¿Cómo es posible que corrompa la razón de ser de nuestro Centro? Es inconcebible... ¿Quién la contrató?... Lo que importa señorita, escúchelo bien, lo que importa en éste Centro no son los individuos, mucho menos sus nombres. Grábeselo señorita, lo que importa son las cartas... únicamente las cartas.
Sergio Astorga.

Acuarela/papel 56 x 76 cm.

jueves, 9 de julio de 2009

Amor Bovino

Si alguien dice amor lo dice porque ya no pude cifrar sus asombros en otra palabra, donde la contradicción ha sustituido el contacto y las interrogaciones ya no son respondidas por los dedos.
Siempre detrás, oliendo el nombre anónimo, el mismo desde que se anego el deseo.
Es un gueto de usura, como si la mínima alusión a la ternura fuera un rito clausurado por el vigor, por la potencia vulgar, por la asesina cicatriz del macho.
Pastueña, risueña, con esos ojos domésticos, con las ancas anchas y la ubre dispuesta. Y esa pesuña fina, y el lomo colorado gracias a la herencia del látigo y la espera. Como bulto que echa andar, enciendes aquella flama que dicen dar abrigo. Tu cencerro anuncia tu desgracia y dejas ver tu costado abierto. Obediente, arrebañada, quieta en tu estirpe, ya sólo muge aquel canto independiente entre olivares olvidado.
Preñada toda, nodriza ya de agria leche. Áspera de cara, tu séquito mana en la llanura.
¿Será este el amor que nos contaron? ¿No hay cólera en el macho, al ver tanta miseria de bravura?
En el amor bovino hay cuerpos abiertos en canal, vísceras blancas y bendiciones que suplican continuar la buena vida de la prole.
Sergio Astorga

Acuarela/papel 20 x 30 cm

martes, 7 de julio de 2009

Fuegos de Independencia

Un cuatro de julio de rostro diferente, aquí en estas tierras, en un tiempo, trece colonias inglesas, declararon su Independencia de la Gran Bretaña. Ese fue el comienzo de lo que ha sido un Imperio y todos los caminos del día anunciaban su celebración.
Aquí en Los Álamos, alejados de las grandes urbes, subidos en la meseta de Pajarito, rodeados de cañadas y del acelerador de neutrones imantando furibundas velocidades, podemos ver algunas banderas en las puertas de las casas o en los jardines, discreción, reserva, mesura ¿indiferencia? Nada que pudiera parecer jubilo, algarabía, un adusto deseo de rememorar. Sí, así es en los Álamos, como si todos los doctorados que lo habitan buscaran la discreción, la confirmación que la independencia, la democracia y los derechos ganados ya no tienen vuelta atrás.
Leemos un anuncio en el Banco: celebración del cuatro julio en White Rock, fuegos de artificio, desde las dos de la tarde puede llegar y realizar su picknick y a las nueve de la noche comienza el espectáculo de luces “made” in China o Taiwán, tal vez.

White Rock esta a unas 10 millas de los Álamos, es una zona habitacional rodeada de las Montañas de Jemez, con el río Grande pasando hacia el sur. Es una ciudad que se reconstruyo en el año de 1963, existe un gran cañón con vistas esplendidas y en algunas zonas se puede encontrar prehistóricos petroglifos.


Decidimos asistir, con la ventaja de que podíamos dejar el automóvil en el estacionamiento (explanada abierta) de la Universidad de New México y tomar el Atomic City Transit. Este transporte es completamente gratis, diariamente recorre la ciudad de los Álamos por diferentes rutas y con paradas específicas, así que tranquilamente podíamos tomar el transporte de ida y regreso sin ninguna dificultad.
A las cinco de la tarde llegamos, nos dieron agua, un mapa y subimos al camión, todo gratis y no por ser un día especial, esto es todos los días, el servicio es inmejorable.
La celebración sería en el Overlook Park, un complejo que contiene varios campos deportivos, de beisbol y futbol. Al llegar pagamos cinco dólares por adulto y niños menores de 12 años gratis, todo el dinero recaudado de la entrada estaría destinado a una institución (no se cual).


Alrededor de una gran explanada con un césped (pasto) fuerte, saludable y de un verde intenso, había enormes juegos inflables para los niños: castillos, cocodrilos, dinosauros; en otra sección había comida (hamburguesas, hot dogs, para variar) palomitas, café, limonada y papas fritas con mostaza y salsa de tomate y un grupo de rock bastante bueno que tocaría hasta el comienzo de los fuegos de pirotecnia. Pian pianito fue llegando la gente de todas la edades, principalmente norteamericanos o recientes ciudadanos, con sillas, cobijas (cobertores), chamarras y cachuchas, unas nubes negras coqueteaban con la montaña presagiando, si no llegaban a un acuerdo natural, una lluvia despiadada.



A las nueve de la noche empieza a izarse la bandera norteamericana y la cantante de rock pide que nos pongamos en pie para comenzar, a capela, a entonar el himno nacional. Sin estridencias patrióticas, ni enjundias nacionalistas todos a media voz cantaban el himno, más con respeto que con fervor, con una civilidad extraña para mí, acostumbrado al 15 de septiembre en el zócalo de la Ciudad de México, que entre gritos, trompetas, matracas, sombreros, enchiladas, pozole y quesadillas se conmemora una independencia que sólo ha dejado sangre derramada, arguende y mucho desparpajo, y para no desentonar con la crisis de la época 40 millones de mexicanos en pobreza, en fin, territorios, historias distintas al parecer irreconciliables. Al término del himno, todos volvemos a sentarnos o a recostarnos en el “field” y los primeros multicolores fuegos surcan el espacio, el cielo centellea, un cielo azul adormecido despierta ante el tronar radial del artificio, una y otra vez, buscando en la estampida formas que remedan células vitales o galaxias nacientes o moribundas, el grupo de rock deja el paso a música sinfónica, tal vez Aaron Copland y música de la época del siglo dieciocho, algunas sutiles flautas aludiendo a marchas militares. En tanto el cielo seguía invadido de fulgores, la noche llegaba con un frío de independencia entre los perfiles de las montañas. Así continuó por media hora, ninguna exclamación, ninguna figura, todos los fuegos saliendo del mismo lugar, inamovibles, eficientes, pulcros. Ningún discurso por fortuna, ninguna alusión patriótica, ningún grito, ningún desmán y de repente un múltiple estallido de rojos verdes y naranjas daba por terminada la celebración con la independencia de ánimo de los asistentes.
Todos ordenadamente, con la sonrisa, campante de los asistentes, se dirigían a sus autos o a la parada del Aromic City Transit que ya nos esperaban en fila para que las personas lo ocuparan, no sin antes los encargados del “operativo” contaran a las personas que podían subir a cada camión. No hay empujones, malas caras, como si la celebración fuera un acto de tranquilo y bienhechor recuerdo.
Es bueno, dicen, que la democracia exista y en caravana nos subamos al tren.
Al matriz de las vitrinas, a las fuentes del átomo que renace; a las galerías de de los espejos, donde se reflejan las ruedas del progreso ¿y si nos miramos libres nos es extraño el cielo?
¿En que banca del parque piensas tu ciudad, tu país, tu estatua de la libertad, tu ángel de la dependencia? ¿En que túnel está la mayoría de edad de la cultura, en que ardor intelectual se detienen los derechos humanos; cuantos destellos de bienestar en los saldos de temporada?
Si nos encontramos, tal vez independientes, tal vez nos demos la mano o la espalda pero nos damos.
Por hoy guardamos las banderas de papel. Así, así es el abarrote.
Sergio Astorga