Tómalo con calma, le dijeron. Y lo hizo. Comenzó por buscar la cosecha del 2011, sabía que ese año la colecta fue sin parangón. Descorchó, dejó respirar y ya en la prisión del vidrio contempló el rojo purpúreo. Contundente, dulce, afrutado, joven. Encontró la aurora del mañana; el rumor de los astros y el escándalo de sentirse raptado. Por contagio, el oscuro fuego le invadió el cuerpo y lentamente, retomó la trenza del amor perdido. La turgencia volvió a mostrar su perfiles y en ese lecho de uva se excitó de nuevo ante el brindis temerario de estar vivo.
363. De antología III - "Mujeres minicuentistas" (2)
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Editora invitada: Lilian Caicedo O.Feroz Paz Monserrat Revillo (España)
En el pueblo no se habla de otra cosa que de la preocupante plaga de
Caperucit...
Hace 2 días.