lunes, 11 de julio de 2011

Derrumbe en la gruta

Hay un lugar que entra cuando el viento corre libre,
y los angostos pasillos se obsecionan por llegar.
Ciertas cavidades comparten su oquedad
y algunas astillas
se clavan en lo que eramos
porque lo que somos ya no importa.

La brújula en el crepúsculo y los niños de la aldea
juegan dezcalsos por el barro.

La tarde recorre los últimos tramos de luz y sus actos ya sombra,
se perfilan en los umbrales de la gruta.
Las voces de aquellos mercaderes ya no se oyen,

El chillido del agua cae hasta el fondo y naufraga.


¿Porqué se escucha la membrana del abismo como hembra en celo?
¿De dónde llega este bisturí silencioso abriendo la herida de los muertos?
¿De qué rostro sanguíneo viene esta tierra de mis uñas?

El tacto pregunta por el zumbido corrosivo de las moscas.

Te siento parte de esta caída porque no me conoces.

La memoria cambia de sitio, se pierde, vuela.
Un animal ha de ser el que ronronea en la piedra,

un petroglifo de perfiles bruscos y borrosos.
Un picotazo de ceniza entra en los ojos y se trasponen los altares.

Este negro boreal asume sus labios y los cierra.

¿Cómo elegir el arma cierta, arco flecha o azada?

¿Quién escucha y se viste y se marcha sin estela?
¿Cuándo llegará el resorte de la niebla que nos libere?


Hay un agujero que se llena y se derrumba.
Golpes ciegos.

Sergio Astorga


Tinta/papel 14 x 20cm.