miércoles, 21 de mayo de 2008

Elena Poniatowska

La Princesa Roja
Sonriente y luminosa Heléne Elizabeth Louise Amelie Paula Dolores Poniatowska Amor, si señoras… señores, la misma que viste y calza,-la que cambió el azul de la realeza por el rojo del tezontle, la crónica de lo fútil , por la crónica de los sin voz, de los amolados, como ustedes comprenderán- cumple 76 años.
Heléne nació el 19 de mayo de 1932 -no importando la largura del nombre – de vientre materno en París. Su madre Paulette, en realidad se llamaba Dolores Amor y era hija de una familia fixe del porfiriato exiliada tras la revolución de México (1910). Paulette casó en París con otro exiliado, heredero de la corona polaca Jean Evremont Poniatowski Sperry. Ni más ni menos.
En 1941 en plena Segunda Guerra Mundial, Paulette, mexicana por herencia, se refugia en México junto con sus dos hijas Heléne y Sofía. Su padre se alista al ejército francés, combate y al final de la guerra se reúne con su familia. En 1947 nace su hermano Jean y su padre funda los laboratorios Linsa; Heléne trabaja como secretaria poco tiempo. El laboratorio fracasa.
A Magdalena Catillo su nana, le debe mimos, fantasías y el idioma, sus padres creían que el español lo aprendería “en la calle” y hasta cierto punto es verdad porque las infinitas voces de la calle están en sus libros.
En 1949 viaja a los Estados Unidos a un internado en una escuela de monjas (El sagrado corazón de Jesús) de donde regresa a México - santificada y en una burbuja como es evidente- en 1952. Al año siguiente (1953) decide cambiar el ensueño de princesa polaca por el periodismo. Escribe crónicas sociales en el Excelsior con el nombre de HélSnê. Un año después llega al períodico Novedades, conoce a Fernando Benítez director del suplemento México en la Cultura y la vida cambia comenzando con el nombre, ya no firma HélSnê sino Elena y comienza a conocer un país desconocido para ella a través de entrevistar a los personajes del mundo cultural mexicano. Su candor e ingenuidad de sus preguntas en vez de molestar cautivan y refresca un género periodístico sin proponérselo.
En 1968 se casa con el astrofísico Guillermo de Haro. Decide adquirir la nacionalidad mexicana. Escribe una crónica de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco que el periódico Novedades se niega a publicar. En 1971 se publican las crónicas en el libro La Noche de Tlatelolco. Por este libro le conceden el Premio Javier Villaurrutia que rechazó. “A quién van a premiar, ¿a los muertos?” se pregunta Elenita, desde entonces tratada con cariño por propios y extraños.
A Josefina Bórquez una humilde lavandera sabia, fuerte, le debe el personaje de Jesusa Palancares de la novela Hasta no verte Jesús Mio. Magdalena Castillo y Josefina Bórquez dos mujeres deslumbrantes, sencillas y honestas que cambian su visión del mundo.
Literatura de testimonio, crónica de la desgracia: los terremotos de 1985; el movimiento del sindicato de ferrocarriles; el movimiento zapatista; las elecciones presidenciales del 2006, son vistos desde la óptica de Elena Poniatowska, querida aun por sus detractores. Ingenua, sensible, sentimental a veces mas que crítica. Honesta y valiente, aguanta vara y no se raja aunque rajen. Honoris Causa en Toluca, Sinaloa, Miami, New York; Legión de Honor en Francia, oídos para el que pide, voz para el que calla, bofetada para el que oprime.
Por los 76 años de la Princesa Roja un tamalito de dulce y un atole de guayaba, aquí en el balcão del abarrote. Yo invito.

Sergio Astorga