viernes, 22 de agosto de 2014

Andar confuso


Como un islote de óxido la boca del correo permanecía callada. Todos sus habitantes abandonaron la casa por falta de noticias. Una vieja tristeza se atornilló y no hay en todo el vecindario fingimiento de interés por la suerte de María del Rosario.

Su minúsculo universo era llenado por la espera. Espera de trabajo, de revistas; de noticias que aclararan la larga ausencia  del enamorado. Aún recuerda que le dijo, al conjuro de su fina voz,  “no te olvido”.
Primero se fue la prima Teresa. Le siguió su hermana Felipa.  María del Rosario clava los tacones  finos de su zapatos en el suelo. Abre cajones, arregla las fotografias, mete y  saca vestidos del armario. Llena de besos la única fotografía en la que puede distinguirse  el deslavado rostro de Francisco. Él no es de aquí, se decía,  y puede darse a confusión, se consolaba. Tal vez no recuerde que vivo en el segundo andar. El segundo andar es el segundo piso, eso es fácil de recordar hasta para los que no son de aquí. 


Sergio Astorga Fotografía alguna puerta por las rusa de Porto, Portugal.