viernes, 21 de diciembre de 2012

Ceremonia interior



El cerrajero consiguió abrir el portón después de dos intentos fallidos. El cielo gris se confundía con el polvo levantado por las aves que pesadamente ascendían apretando con sus garras la carne sanguinolenta de una pierna o de un poderoso abdomen. Todos los años la ceremonia del fin se realizaba sin complicaciones de importancia. Los niños eran los que más demoraban en darse cuenta y asumir su destino. Los viejos esperaban pacientemente el picotazo definitivo.
Después de dos horas algunos fotógrafos tomaban ávidos las imágenes que saldrían en primera plana en los portales y las redes sociales.
El cerrajero, ya en casa, afilaba su cuchillo mientras su esposa en el cuarto de baño rebuscaba una pose dramática y sensual.

Sergio Astorga
Tinta/papel