martes, 28 de julio de 2009

Caballito que no es de mar

Puede venir de lejos, siguiendo las veredas de algas, confundido por verdes imaginarios alfalfares y esa cadencia indómita de centenares de crines al viento.
Huellas herradas que comenzaron en tropel hasta que el viento se encorvó por el desfiladero, le dan ese porte noble y altivo, como vaticinio de ecuestres bronces en las plazas.
Su estampa esta en la cisura de un tiempo tatuado en piedra dentro de una cueva.

Fue migrante bronco cuando en manada conseguía extender su anca sin miedo a las veleidades de la guerra.
De sus belfos salió el aliento de algunos héroes que fueron cantados por aedos y cronistas.
Y de sus orejas, los clamores y empellones de los hombres hacen cerilla oscura, pestilente y cólera de espanto.
Sus pezuñas, como rodillas duras, han juntado el alma del centauro con la noche: sentimental memoria nunca relatada.
Robusto su cuello hermético, se venera su galope: latido que parece que es de mar toda llanura.
En vano, algún sueño de cabeza equina recorre los montes y se adivina la fugacidad del juego.

- ¿Juanita, de dónde viene ese trote?
- De la pradera verde.
- Juanita, que parece de mar esa cadencia.
- Debía, pero no es. Es el cuatralbo.
- Ya lo decía Juanita, es zaino mi delirio.

Hay un esfuerzo piadoso que sujeta las riendas de la fiebre y una fatiga que revive la cuadriga que cruzó la frontera y parió a éste caballito que no es de mar, de pura suerte.
Sergio Astorga

Acuarela/papel 20 x 30 cm.