miércoles, 31 de marzo de 2010

Ya vengo

Hoy dejé mi sombrero detrás del sofá
y no voy a tocar el saxofón.
Mi corbata se la regalé a mi vecino
pero mis zapatos no.

Hoy voy al café Express
antes de ir a San Francisco.
Me voy a llevar mi esqueleto
y voy a dejar la pena del arco iris en casa.

Usted también puede tomar vacaciones,
lavarse la cara y terminar de tender su cama.
Dejar su dolor diario en la maleta.
Platicar con su viejo amigo
y tal vez, porque no? darle un beso en la mejilla
o en la mano quemada de su lágrima.

Hoy me voy en taxi a comer una carne roja
mientras los niños juegan y gruñen en el parque.
Voy a ser simple esta vez, lo siento Vallejo,
mi Neruda también se fue.

Voy a cruzar el puente de oro,
a ver las gotas dulces de la medianoche en blanco.
Mirar los pechos de las palomas muertas
y las piernas morenas del corazón en la bahía.

Voy a los museos a mirarme en los colores,
llenarme de smog y de basura eterna
y a calentarme las vértebras en el enchufe del hotel.

Voy a licitar mi locura con la lluvia verde,
el olor de los “taxes" de otros sueños
y las piernas cruzadas de otros poetas.

Levo mi reloj de oropel
lleno de horas perdidas para volar,
por si me preguntan la hora.

Hoy dejé mi sombrero detrás del sofá
porque el clima es libre

y la pobreza sigue igual.
En su sitio.

Sergio Astorga
tinta /papel 20 x 30 cm.

jueves, 25 de marzo de 2010

Mrs. White

Una ráfaga de pupilas se tensan casi liquidas al medio día.
Un altamar de jamases -guarida de adioses- a las tres.
No todo es blanco lo que queda fecundado a las seis.
Por la carne también se llena el tiempo, de noche.

Todos los días por estas horas escribía en su libreta sin importarle que el hilo de la historia no tenga sentido.

Luto de la casa en mis congelados ojos, los lunes.
Sonoros abandonos en mi vientre nupcial, los martes.
Utensilios de madera que recuerdan a mi madre, los miércoles.
La fiebre venenosa de mis labios de viuda, los jueves.
La garra derecha atrapando el aire semántico del sexo, los viernes.
Negros puntos de sombra en mi falda, los sábados.
Los domingos descanso.

Todos lo días por estas horas un pez espada deja sus escamas como si fuera verdadero.

No es así, Mrs. White?

Sergio Astorga
Tinta China/papel 20 x 30 cm.

martes, 16 de marzo de 2010

Me quieres blanca

Que me quieres de cal en el alba como si fuera de nácar.
Que me quieres de azucena plena como si fuera casta.
Lávate la boca junto con tus ansias.
Que tus mariposas son los buitres de tu entraña.

Nunca tuve pañuelo de encaje, ni abanico de muaré.
El fósforo de mi entrepierna es hosco, fofo y fermentado.

¿Me quieres blanca?
¿No hueles el sobaco de las calles,
las huellas del neón en nuestra nuca?

Yo voy por el muro amarillo a lamerle el trasero al mañana,
a cruzar la línea magenta de los microbios.
A dejarle a la luna de cáncer mis girasoles labiales.

Que me quieres blanca y sordomuda
con las cucharadas del perdón en lumbre.
Zúrcete el pecho con ajenjo
que yo me llevo mi saliva a otra agonía.
Sergio Astorga

Tinta china/papel 20 x 30 cm.

viernes, 12 de marzo de 2010

Encuentro

Todo comenzó en el jardín cuando en el bostezo de su abandono encontró la anca ancha del caballo.
Fiel a su monólogo, aspiro el aire denso de su porvenir y pensó -Yo nunca seré fábula.
El caballo sin cambiar de postura, sabedor de un pasado lujoso, preguntó:

- Adonde vas?
- Busco otro cuerpo, dijo la tortuga, mascando un poco de hierba.
- El presente es perpetuo, relinchó el caballo - los sé por experiencia.
- No en mis entrañas, soy migrante.
- Eres tonta.

La tortuga, impasible, se metió en su carapacho a copular presentes.

Sergio Astorga
Acuarela/papel 20 x 30 cm.

sábado, 6 de marzo de 2010

Con Tiempo

Espero que la cucharada del tiempo llegue para beberlo y las cacerolas con sus caras blancas se quiten el frac para bailar unos instantes con los corazones partidos por el centro.

Aquí te espero, con el rabo del ojo, con la sangre abultada, esperando tu traición a tiempo, exacta, desteñida por el salitre de tu alfabeto.

La tierra eructa sus geologías; tiempo para golpearnos la frente con nuestro propio limo.
Algunas muchachas traen monedas de cobre en sus bolsos y algunos gatos apuñalan la misma muerte en los tejados.

Aquí te espero, con el tuétano temporal de las heridas, en el ángulo impasible que hace esquina.

Sé que no se puede mezclar el tiempo cuando los insectos caminan extraviados y los rebaños de minutos no caben ya en los libreros.
Cuando el tiempo huele a cementerio, no duerme nadie, ni el olvido se refugia, ni el musgo crece.

Aquí te espero, engordando mi esqueleto a cada hora, hasta que reviente de tanto fermentar el vomito del tiempo.

Con tiempo, todo a su tiempo.
Sergio Astorga


Tinta china 20 x 30 cm.