martes, 17 de julio de 2018

Un Chirico en casa


Hubo un Chirico que paseaba su figura irreal por la plaza pública. Era de madera, vestido de terciopelo, sin rostro, sin pasado. Era como esos maniquíes que de repente aparecían citando a Sopenhauer, se recostaban en el vano de la puerta para dormitar ese sueño intranquilo de la sexualidad.
Era frecuente verlo los días de mercado, cuando el sol multiplicaba las sombras, parecía disfrutar de esa lógica, podía quedarse horas viendo como se alargaban y disminuían proyectadas en el adoquín.
Se acerca el invierno y me preocupan los días nublados por venir. Él, tan inerte a la realidad, tal vez quiera pasar una temporada dentro de la pintura.