miércoles, 5 de agosto de 2015

Verde llamado


Remolino de dudas 
al galope de muros rituales. 
Corazón de antorchas 
en la invasión de frentes arqueadas.

La noche se cubría de estrellas
y un brazalete de piedras de jade 
relucía sobre la espalda oscura del brujo.

Del brujo contra la sombra
tocando su peyote, su huizache,
y ese enorme olor a semilla quemada. 

El aíre se rompía 
sobre los pelados montes 
y un jadeo de polvo
los pies descalzos con piedras, 
con huesos remolidos por siglos.

Pisadas y andrajos 
la peregrinación de los tiempos. 

Entre las grandes cantos 
de hombres y mujeres 
que cantan a la flor agónica,
a la virgen de manto oscuro. 

En la noche de México 
sólo se riega la sangre joven. 

Como una procesión, 
el esculpido rostros del llanto 
se blinda los fines de semana. 

El cacique sigue arrojando su baba, 
pero no es la baba sana del maguey, 
es la baba del verdugo, 
el que desuella con su palo, 
con su fémur de mentiras. 

El hombre está roto 
y la danza del chaman 
busca la voz de la fuente, 
el minuto verde 
pulido por siglos de espera. 

Mano a mano crece 
el bosque de turquesa 
buscando su cauce,
para nacer de nuevo del maíz. 

El nosotros, 
todavía vive en el árbol, 
en el fruto, 
en el tatuaje del medio día, 
en la falda de serpientes 
de esa madre muerta en el origen.