viernes, 8 de febrero de 2019

Los compas



La tristeza se escondió en un sarape. La lluvia despertó al lodo dormido. El ruido de la lluvia se oía revuelto, sin orillas, entre los chillidos de los cerdos y el aleteo de las gallinas. 
Miguel y Sebastián, llegaron con su perro tres día después. Ellos andaban por la sierra cazando alacranes. No encontraron nada, ni casa, ni mujer, ni gente. Se sentaron acalambrados, calados. Su perro se juntaba a ellos, se restregaba como si temiera el abandono. Ellos recordaron, por costumbre sus pertenencias. Comenzaron a llorar, agua sucia, triste. Sus ojos inyectados, así es la tristeza, hincha todo y se siente frío. Ellos se tapan con su sarape. No se hablan, se meten en sus derrumbes. Ya de madrugada, revolcados, sin sueño, pudieron juntar un montoncito de palabras agrias.

- Lo perdimos todo, Miguel.
- Nos quedan los alacranes. Tú dices, si los saco Sebastian.
- Sácalos.