miércoles, 26 de febrero de 2014

La indecisión o el deseo



Toda su vida quiso ventilar su cerebro enterrando a todos sus muertos, los de carne y los de hueso. No creía en la iluminación y era indiferente a las luces del aforismo. Fue geómetra. Vivió del ocio sagrado de los ángulos rectos y nunca su hipotenusa compartió habitación con el escaleno. Animoso, buscó novia durante tres meses. El enigma de la conquista nunca le fue revelado. Así que intentó primero con Ovidio, al ver que las muchachas ni siquiera volteaban, intentó con Neruda, pero cuando llego al verso “para que nada nos amarre que no nos una nada” como respuesta recibió miradas furibundas y despechadas. Resuelto a no dejarse intimidar buscó al infalible Bataille. Tanto se concentró en la lectura que cerró puertas y ventanas y llenó el espinazo del resto de sus días con la imaginacion.  

Las malas lenguas, que son muchas y carnosas, dejaron crecer la culebra del chisme. Bipolar, alcohólico, misógino, pervertido, corrían calle arriba y calle abajo las explicaciones de su enclaustramiento.

Un día poligonal, que tenia rostro de febrero, lo vieron asomarse por la ventana. No profirió palabra. Los estudiantes de lingüística afirman que le vieron bajo el brazo, El Placer del Texto de Barthes. Algunas admiradoras, apasionadas de lo imposible, dejaron en el quicio de su puerta un ejemplar del Cantar de los Cantares, con la esperanza recóndita de convertirse en Sulamitas. 

Sergio Astorga Mixta /papel

lunes, 24 de febrero de 2014

El papel de la princesa y su castillo


Celada por los guardas y sus tres alabaradas, el castillo con sus triunfales formas y su robusta torre daban al cielo un heroico recuerdo de gloria. El azur contrastaba con los caballos venidos de Arabia. Bajo el portón se dejaban ver las heridas de los brillantes y antiguos aceros.
Una dulce niña de preñada belleza miraba pálida, esa libélula que enciende los ojos de luz. Dolida de amor, como toda princesa que quiera llamarse, no encontraba la rima, ni la púrpura mano de la manzana.
Prometida al príncipe de la cara nefasta, quiso en un rapto de dolor abrirse las venas escondida desnuda en su baño. Voluble, la madre le tapó con un velo de seda hasta que aceptó obediente, el papel de su destino. 

La vuelta a la rueca es la misma en cualquier tiempo, así lo atestiguan en cualquier papelería las monografías de los anfibios.

Fotografía Sergio Astorga: Festa das Ruas Floridas, Redondo, (Évora, Alentejo) Portugal.

viernes, 21 de febrero de 2014

De buena pinta


Nacido a la mitad del exceso, entre el juego y el reposo, abrió su viejo libro del Declamador sin maestro para buscar consuelo en Rubén Darío. Anhelando, como buen tlacuilo, significar lo que pensaba que veía, repasó aquellos versos:

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo. 

Se puso su bata, su boina de cachemir y así, preso en su tules, escogió un lienzo de lino. Mojó su pincel de pelos de marta y las dudas y suspiros dejaron mudo cualquier intento de trazo. Repasó todos los estilos aprendidos en la Academia y en el Buen Tono, una cantina con mesas de color escarlata.
Los primeros escarceos vagaron por el realismo. Los segundos, por el manierismo. Al no encontrar el embeleso azul y la canción profana se dejó llevar por el simbolismo. En estos peregrinajes frontales encontró la cópula aguda del expresionismo. Loco de crepúsculo, abrazaba ya su triunfo hasta que esa metódica duda del espacio lo interrogó. 

La pesadumbre de la vida consciente lo tiene con los pinceles en mano.    
Atónito, se ha quedado mirando toda la tarde con melancolía. 
No podemos negar que tenia buena pinta.

Sergio Astorga tinta/papel

jueves, 20 de febrero de 2014

La incerteza de Gatri


Gatri es un coludo por parte de madre y un bigotón por parte de padre. De patas largas y hábitos realmente mesurados apareció un buen día dentro de una caja negra. No sabíamos que era su casa. Solo cuando la abrimos comprobamos que ahí vivía. Después comenzamos a dudarlo porque jamás quiso volver a entrar si era observado. Pasaba largas horas perdido, o cuando menos fuera de nuestra vista y por más que lo llamábamos no aparecía hasta que lo encontrábamos en la caja. Nos fuimos acostumbrando a que Gatri puede estar fuera o dentro de su caja. Estas dos realidades son tan evidente que nunca pensamos que si la caja no estaba significaba que Gatri estaba muerto o aparecía vivo en otro lugar dentro de su caja. Muchas veces sucedió. Hasta que un buen día no encontramos la caja y por tanto a Gatri. Si no encontramos la caja, deducimos, Gatri no puede ser visto y por tanto estar vivo.

Si encuentras una simple caja negra y la abres, vas a encontrar al gato llamado Gatri que es coludo por parte de madre y bigotón por parte de padre. Recuerda que tienes que abrir la caja, la sospecha no es suficiente. Es irrelevante que quieras ser su dueño.

Sergio Astorga tinta/papel

sábado, 15 de febrero de 2014

Las aventuras de Javiercito y su pastilla


¡Papi! me das tu gorila negro para jugar en mi cuarto. Mi tortuga se murió, dice mi má. ¿Quieres jugar? No te pongas serio. Si yo fuera ese capitán de la historia que me contaste, ese de los cabellos negros y largos con un parche en el ojo izquierdo, podría darte con mi espada la libertad. Yo sé que estas preso.
¡Toma!. ¡Toma! Papi, ¿me compras una espada?

Javiercito con la piel morena danzando por sus siete años. Vivía en una casa rentada, con sus padres, que alguna vez sonrieron. Javiercito, obediente tomaba su pastilla, una al despertar y otra antes de dormir. Era una pastilla verde, para la ansiedad, les dijo el doctor. Ma, si yo fuera ese príncipe a caballo de la historia que siempre me cuentas te libertaba de la bruja mala. ¡Toma. ¡Toma! Ma, ¿me compras un caballo?

Al llegar a la cama, la luz negra entró como una pedrada y en silencio comenzaron a surgir esas imágenes febriles. Un gusano enorme se subía a su pecho y se metía por su garganta. De repente, su tortuga muerta se movía lentamente delante de sus ojos. Olía a flores, como la loción de Ma, se contestaba. Una loba abrió su hocico y se tragó a la tortuga. Fue entonces que apareció el dragón de grandes ojos. Alzó una de sus bestiales patas para aplastar a la loba.

Somnoliento, Javiercito caminó hasta el cuarto de sus papas. Se acercó a la cama.
¡Papi! ¡Papi! me puedes dar otra pastilla. La loba mató al dragón y quiero ir a buscarlo.

Sergio astorga mixta/papel

miércoles, 12 de febrero de 2014

Suspicacia



Su cuerpo creció fuerte, redondo, con la suculencia del presagio y la cabellera suelta. No es bonita, decía su padre, tiene una nariz muy grande y caderas estrechas. No se parece a mi mamá. Confirmaba, cuando la levantaba de las axilas para revisarla. 
Para sorpresa de su familia ella creció con la rebeldía en sus ojos y ese fuego sofocante de la voluntad. No sabían que el misterio es gordo y duradero.
Cuando salió de casa, el odio de su madre ya había fermentado.
La han visto caminar por diferentes calles en distintas ciudades. Su semblante ha crecido dulce, han llegado noticias. Tan salida, tan ágil, que va quebrando las invisibles ataduras de los rostro mustios.
Todavía se escuchan algunos lamentos de muchachas atadas a la pantorrilla de la mesa diaria. Tal vez por el bochorno que produce la obediencia. 
Si tienes el buen fario de encontrarla por tu calle no pierdas el equilibrio porque cuantitativo, el suspiro que te saldrá tiene el natalicio mental del salto.

Acuarela sobre papel 20 x 30cm.

lunes, 10 de febrero de 2014

Sin novedad


¿Será que la tierra que vemos
es ceniza del mismo fuego?

El olor del río
por la mañana es tambaleante.
La historia es pegajosa.
Siglos de ser contada.
Las puntas de los dedos se entumen
y aliento se adelgaza de tan vano.

No hay aire.
Sólo este tiempo helado
que no tiene vértebras.

¿Será que el hueso que da cuerpo
nada cuenta de nuevo a la memoria?

Técnica mixta.

sábado, 8 de febrero de 2014

Los yerros, yerros son


Sus buenas intenciones le llevaron a revisar el gran Libro de las Impertinencias. Parecido al I Chin (libro de las mutaciones), con la diferencia del uso occidental del orden alfabético. El libro de las Impertinencias se basa en la interpretación de las primeras percepciones. Su protocolo es muy sencillo. Un hecho objetivo tiene dos posibles maneras de abordar, uno basado en los usos y costumbres, donde siempre se busca transferir a los otros nuestros errores cometidos, y la otra manera de interpretación es a través de la intuición primera. Esta segunda manera es la que trata el Libro de las impertinencias. 
Abrumado, por no saber si había elegido la profesión adecuada y avergonzado, por la descomunal barriga producto de sus taquizas de nana, cuerito y trompita. Realmente, estaba desconsolado por no encontrar una pareja que le diera lo que su madre le heredó. Con ese panorama, tuvo el firme propósito de enmendar lo enmendable y descartar lo menos posible porque uno después lo puede necesitar. 
Cansado de las lecturas de auto ayuda, terapias en grupo y en solitario, pensó, como buen desahuciado, arrojarse al primer convoy del metro. Para colmo, la estación mas cercana era San Pedro de los Pinos, linea 7 que en ese horario, 10 de la mañana, estaba prácticamente vacía y no habría la suficiente gente para detenerlo. De repente, su mirada se detuvo en un pequeño aparador con el aviso de: se traspasa, liquidación total. Una vieja librería de usado con el clásico moho en el ambiente. En el segundo estante a la derecha, un libro grueso de pasta dura dejaba entrever su título: El Libro de las Impertinencias. 
Ya en casa, preparó un cafe bien negro con mucha azúcar y comenzó a leer: “Conócete a ti mismo”. “Las mentiras mas crueles son dichas en silencio” “Lo necesario, aunque cueste sólo un céntimo, es caro” “El hombre es ante todo un animal que juzga” ”La ambición es el último refugio del fracaso”. Sinceramente, era un libro impertinente, en eso no tuvo duda. 

Terminó su cafe y con el rostro beatificado por la ratificación de los usos y costumbres se fue a la cama con una máxima futurista: los yerros, yerros son. 

Sergio Astorga Mixta/papel

jueves, 6 de febrero de 2014

Concierto de atril para dos en Fa mayor detenido por Mi



Bajo el patrocinio del afamado solista Peter Arévalo, mejor conocido por el “Meticulosi” se celebró, con sumario éxito, el Concierto de atril para dos en Fa mayor detenido en Mi. 
El recinto, la capilla del Rosario de Azcapotzalco fue prácticamente abarrotado por las notas subidas de tono de los asistentes, todos vecinos de la entidad, chintololos para mas señas.
El concierto se desarrolló sin contratiempos de blancas y dejando que las corcheas pudieran explayarse a voluntad. Nunca escenario tan barroco coincidió tan puntillosamente con los estípites sonoros del primer violín. 

Al inicio del primer movimiento, un Presto con fuoco, el retablo en su primer cuerpo parecía que se desdoraba a causa del ímpetu de las cuerdas. Por fortuna un cambio drástico de cadencia dejó las pechinas en su lugar y la preocupación quedo descansada en los capiteles.

El segundo movimiento, un Andante cantábile, se dejó llevar dulcemente sin interferir con los intervalos de quinta. Es de notar, que el estofado de las esculturas parecía brillar en contrapunto con la melodía dominante.  

El tercer movimiento, un Andante sincopado, tuvo las apoyaturas requeridas para que el contraste con las orlas de cabecitas de ángeles anticiparan la futura gloria de la Señora Santa Ana, preciada escultura del siglo XVII, que con devota dignidad estaba vestida con una túnica tónica de intensas advocaciones marianas. Cabe destacar que la audiencia se fundía en una emoción genuinamente sacra.

El ultimo movimiento, un Prestíssimo, fffffff (quasi comme un inferno) desenfrenó cualquier posibilidad de estabilidad emocional. Frenéticas, las semifusas se clavaban como clavos de martirio en las pilastras estípites del segundo cuerpo, hubo un momento, cuando un arpegio en mi, rebotó desde el altar hasta la cúpula, que todos sentimos que iríamos a sucumbir irremediablemente. Momentos de tensión se vivieron, hasta que la maestría de los ejecutantes calmaron la fiebre de las cuerdas para terminar arrebatadamente en un acorde disminuido.

Al salir, y congregarnos en el atrio de la iglesia, un argumento se escuchaba pertinaz, el atril jamás tuvo una duda, permaneciendo firme en su posición.
Hasta ese momento entendimos la relevancia estética de permanecer en su sitio hasta el término del concierto. En términos coloquiales, lo importante de no tirar el arpa antes de tiempo.

Sergio Astorga Tinta/papel

martes, 4 de febrero de 2014

Tirando estandartes


Con el estribillo del edén perdido en la memoria y ese resonar de la metralla por las calles de toda la ciudad, lo dejaron acalambrado. Sus manos arrepentidas de civismo buscaban descanso en los bolsillos de su pantalón. Mutilados, hasta los árboles mostraban su tronco baleado. 
Quiso correr, pero era inútil, la caída era inminente. El verdugo devoraba a los vivos y a los muertos. Todo el alfabeto yacía desmembrado y los lápices del mundo quedaron romos.

¿Adónde poner el estandarte? Preguntaba, pero no había olivos que respondieran. 

“Mi reino es de este mundo” se escuchaba en los altavoces amarrados en los álamos insepultos del parque.
Con la certeza de la uña enterrada, sabía que no habrá zapatos para poder andar, ni monedas en el pecho para pagar el alba.

*Dicen que hay voluntarios fajados en otra vida que tiran las cenizas de todos los estandartes que han ardido.

Sergio Astorga Tinta /papel