lunes, 9 de febrero de 2009

El sombrero luminoso

-No podría ser de otra manera, las cosas toman el temperamento del que las usa.
- Exageras. Las cosas son cosas. Se compran, se usan y se tiran.
-Las cosas chupan el carácter de su dueño. Te digo. Así como los animales, se parecen tanto a las personas con las que viven que se personalizan.
-Exageras, ¿cuándo se ha visto tal cosa?

Mi café se enfriaba, sentado en mi mesa de costumbre con mi periódico y mis notas de las ventas del día anterior, no podía evitar escuchar la conversación de dos hombres que estaban sentados a mi lado. Podía distinguir en uno de ellos una cicatriz, todavía encarnada, correrle a lo largo del cuello. Tenía una cara larga, escurrida, como si la viéramos a través de un vidrio mojado; el otro tenía una cara ancha y una voz sonora como de tambor militar.

-Te digo. Yo puedo demostrarte. Tengo ejemplos inapelables. Las cosas toman el carácter de sus dueños.
-¡Que terco!
-¿Recuerdas a María Paredes?
-¿La que murió de pulmonía?
- No murió de pulmonía. Murió de rencor.
-¿De rencor? Yo fui al hospital y hablé con el doctor que la atendió.
-María Paredes era una mujer envidiosa, ¿no? Deseaba siempre los vestidos de sus hermanas. Pues uno de esos vestidos la asfixio.

La cicatriz parecía que reventaría en cualquier momento, el de la cara ancha jugaba con una pluma roja mientras respiraba complacido.

-Es una historia estúpida. Cada día estás más loco. Se te está enfriando la cabeza. Deberías comprarte otro sombrero.
-¿No me crees? Es natural. Pero yo vi como uno de los vestidos la asfixiaba. Las cosas tienen vida. ¡Mírate! Desde que mojaste tu cachucha estás como ella, escurrida y sin color. No puedes negar la evidencia.
-Es absurdo, es como si me dijeras que tú perdiste la razón por tener la cabeza al descubierto desde que perdiste el sombrero o que estás más gordo porque tus pantalones se ensancharon

Mi café estaba helado, mi trabajo sin hacer y yo no podía irme sin saber en que terminaría la discusión. El tipo de la cara escurrida tomaba agua y el gordo un vaso de leche.

-Tu mismo lo has confirmado, el gato tiene las mismas pestañas que Mario y el gato tiene la misma manía de rascarse la nariz, de una forma, diríamos humana. Doña Rosa tiene la misma cara de su perra y el mismo olor.
-Tu lo has dicho: animales y personas, eso es común. Son seres vivos. Las cosas son cosas.
-Las cosas se humanizan. Observa a ese paraguas, tiene la misma forma de su dueño; y que me dices de José, tiene la misma cara de sus platos, y esa niña, mira como el vestido se pega a sus caderas.
-Cada día estás más perdido. ¿Pusiste el anuncio en el periódico?
-Si. Toda la semana.
-¿Te han llamado?
-No.
-¿Fuiste claro en el anuncio?
- Hasta ofrecí una recompensa. Aquí tengo el anuncio: “A la persona que encuentre mi sombrero castaño brillante con las iníciales BC en su interior será gratificado. Por favor comunicarse…”

Traté de disimular mi sorpresa. Salí rápidamente del café. Oculto en el abrigo un reflejo luminoso perfilaba el sombrero.
Sergio Astorga.

Acuarela/papel 20 x 30 cm.