jueves, 13 de febrero de 2020

El Señor Trazo


Tan pálido como una nieve de armario y tan sediento de sol como la lagartija, el  Señor Trazo se puso a podar el pasto y fue entonces que se dio cuenta de estar vivo. Siempre un trozo de lengua, un deshuesado puesto de pie. Nunca sino ahora tiene horizonte. Ahora se advierte extraño, le sorprende como se pasó el tiempo sin darse cuenta del estruendo de la calle. Siempre caminando en paralelo. Miraba las cúpulas y ahora franquea los puentes. Ahora no se duele. Se sabe vivo. Tiene una causa. Por eso escribe cartas. Ha comprado miles de sellos postales. Si te llega una a la puerta de tu casa, no te preocupes si la miras y no ves al remitente. Él vive en la estancia luminosa, con esa sorda luz que lo deja esbelto, sin número, sin puerta.