viernes, 14 de noviembre de 2008

Luz de vida

En torno de las sombras uno camina y a veces una asilla de vida se nos clava delante de los ojos y nos hace abrirlos desmesuradamente como si el embeleso de mirar fuera un encuentro que intuíamos pero negábamos. Mirar los objetos, penetrarlos, describirlos, persuadir al espacio que se fije, que se quede inmóvil; alargar los reflejos, detener en su incesante recorrido por el espacio a las imágenes; sólo el ojo humanos lo consigue. La fotografía da testimonio, y sobre todo, la fotografía en blanco y negro. Luz y sombra: íntima verdad de las cosas, no el espectáculo del color y su algarabía, solo la silenciosa afirmación de los claro-oscuros.
Por estas tierras de New México este abarrote tuvo la oportunidad de visitar y conocer al fotógrafo Thomas Vorce, un hombre que literalmente se le va el aliento en cada fotografía, física y lumínicamente, por no decir espiritual.
Thomas Vorce nació en 1942 en Holywood, California, tiene una licenciatura del Western Michigan University, ha sido dos veces nominado para los premios Spider Awards (premio anual para la fotografía en blanco y negro) y un ojo múltiple perdido en su propia inmensidad.
Las tres fotografías que este abarrote seleccionó están tomadas en Taos y en Santa Fe que se encuentran a 70 millas la primera y a 30 millas la segunda de los Álamos.




Bajo los cielos, muros de piel a la intemperie, arduas sensualidades por el tronco de los árboles, parece que se escucha la luz, en un vaivén de reflejos y no es la memoria, es el acto lúbrico de oquedades contra el muro, es la mano del instante sobre los muslos de adobe. Parece que el amor es más sonámbulo cuando a la mitad del día el sol cae como ardiente, radiante testigo enamorado. Mientras los paseantes caminan por las calles de Taos, en sus muros, los reflejos se aman.


Silbar de los contornos, todo es quieto y el delirio de los perfiles se proyectan sobre el muro, trascurre el tiempo; el latido de la luz es su follaje, inmóvil el silencio y la pupila se inflama. El camino parece que termina en el muro, más bien comienza en el muro, son los pasos del reflejo, y la rama buscándose en su sombra, es mirar el pasado sin
futuro, sin arrugas, y también es sentir la humedad de los volúmenes y su soledad de forma delante del asombro. Todo es anónimo, el espectáculo, las formas, la belleza no cesa y en buena hora queda impresa para aclararnos otras realidades.



Thomas Vorce nos recibió amablemente, sonriente junto a su computador nos hablo de su proceso de trabajo, de la sorpresa que es mirar todos los días y encontrar el espectáculo del mundo, no hay que ir de prisa, comenta, hay que tener calma para contemplar y como afirma con firmeza “si realmente lo quieres lo consigues”.
A veces una astilla de vida se nos clava en nuestros ojos, Thomas Vorce tiene enfisema pulmonar y conectado al oxígeno trabaja todo los días, sabe que puede morir hoy o mañana, viven en Santa Fe, en un conjunto habitacional donde tienen apoyo de enfermeras y todos los servicios. Es un departamento pequeño, confortable, luminoso.
Sí, en cada fotografía hay literalmente un soplo de belleza y de vida. Porque el claro-oscuro nos ilumina con su drama y nos perfora la consciencia. Porque así es el abarrote.
Sergio Astorga