martes, 11 de diciembre de 2012

Reino salino



La oceánica pareja real contaba los aguinaldos dejados por las corrientes ecuatoriales. Ajenos a la mudanza, seguían tomados de la mano, sabiendo que su voluntad se cumplía desde los tiempo en que el hierro era liquido.
Indescifrables voces llegaron un día, y la tristeza del reino toco fondo. Fueron tiempos de agonía. Emboscadas de sal hicieron que los cardúmenes migraran a las grutas del caribe. 

Entonces, como ocurre siempre cuando la amargura acumula su grito, la reina quitó sus vestiduras y enseñó sus escamas doradas y con dulce voz anuló el desastre, apaciguando su reino. El rey, orgullosos de tal hazaña ejerció su voluntad soberana: todas las olas llevaran la sal disuelta hasta depositarla en tierra. 

La reina no canta desde ese entonces y el tributo del silencio se lava con el olor de las algas.

Sergio Astorga
Acuarela/papel 20 x 0 cm.