La sorpresa le llegó con intervalos. Cada hora un ligero timbre avisaba que pronto llegaría la fama. Cuando llegó, se miró en el espejo antiguo de la abuela. Se estrangula su imagen. El insomnio lo dejó como el coqueteo con leche. Se cubrió de vergüenza y en un exaltado brinco el amor por los objetos le perforaron la lengua. Al salivar, esperó que los instantes se abrieran carnales.
De boca a boca cuentan que entró en colapso. Un drama lúbrico quedó en celo.
No te sorprendas si te encuentras cohibido al leer su biografía.