jueves, 8 de junio de 2017

Hambre futurista


Hambriento buscó el trinche y tenedor. El plato coloreado le recordaba los tiempos escolares, pero ahora, con un soplido animal atacó la ternera con tocino. Con el pragmatismo del carroñero, la cortesía se abolió desde entonces para que un sonoro grito aplacara cualquier sangre bien nacida porque el hambre viene del los labios necesitados, si no que lo diga la langosta que llevaba el poeta Nerval. Comer es un acto estético. Abrir la boca es darle aire al cerebro y a los pensamientos burgueses. Lo que importa es el diente que se clava, desgarrando todo lo que tenga en el plato. Por supuesto quedan prohibidas las sopas y caldos. Bolas de cebo son todas esos sentimientos frente a la mesa y la etiqueta. La cocina tiene que ser espontánea y sin cortesía para las líneas paralelas de las creencias. Por eso el Señor Ball, sale a comer a la una menos un cuarto, con su manifiesto aprendido de memoria y sin tropiezo.