jueves, 21 de enero de 2021

Los caminos



Seguir a la estrella es la vacuna de las sucias pasiones, del olor a sofá y de las acuarelas falsas. Las manchas marrones de la pared y del colchón son los signos de que se vivió sin reglas urbanas, de esas domésticas que tanto nos aplastan. Agustín, Fátima y Mariquita siguieron su paso como aves. No les importaron los cielos nublados ni las cenizas de sus noches. Ellos partieron en sordina con el ánimo de limón por la puerta de atrás.

Los vieron jugar de salón, apostar sus ahorros y dormir la mona en hoteluchos de cuarta. Se les veía un sonreír civilizado, ese que sabe que sus maletas llevan lo necesario para una o dos tardes. Probaron lo justo en las esquinas y nunca negaron dar propina. Como los estudiantes de cincuenta años se veían en los portales para mudar de ropa interior. Invirtieron en sus excesos para oír esas palabras dulces de los buenos días. No vamos a negar, no les faltaba estilo para mojarse los dedos con un poco de locura. Se les mira pasar sin que alguien les eche una mano. Ellos siguen su estrella y no se sirven de la botella del fracaso. No pagan derecho de piso y no rehúyen sus dudas.

Hay nostalgia, a este relato le falta decir alguna tonadita, algún chiflido para que parezca canción los que les digo. No me parece excesivo decirles que si miran la estrella dorada no esperen su cumpleaños para dejar de ir al baño.