martes, 25 de noviembre de 2014

De otro género



Sus siluetas blancas agitan, sobornan la visión. La blancura de sus senos provocaron días de bruma y risas contenidas. Silenciosas como dementes figurines que fingen noche para triunfar entre las sombras. Nunca dejaron un sollozo de amor, ni besaron el frío despecho de las madrugada. Los fuegos de artificio que provocaron con sus cuerpos desnudos, ahora han quedado en el hueso de la hoja. Su esqueleto de tinta, su entorno como una esquina de alguna ciudad que respira en dos dimensiones. La penumbra del cuarto ha quedado partida en dos en ese dibujo. Un deshielo dicen, un beso perdido. Una aparición que nadie quiere tener en sus paredes. Es necesario esta invocación. Este transitar en el día por no tener noche. Como esperando que la violencia se diluya en las imágenes. Reserva que explora los antiguos caminos del placer. La luz, las forja a la puerta para ser vistas, para que el ritmo de la vista quede fija mientras hablamos. Los gritos de los niños en la cuna. No se oyen. Aquí sólo corre la representación. Con esos signos se reconoce la belleza. Esa belleza irrescatable en nuestros actos. Encender las palabras para justificar estas líneas que hacen del blanco, cuerpo de mujer. Sin esfuerzo, serás parte de esa luz que te envuelve como espacio. Los colores han huido por su propia voluntad; sus hábitos son de otro latido. No hay contradicción. Ellas no son estatuas. Ellas tienen huellas diurnas y los vendajes que tienen por memoria están en los libros. Ellas desentierran las preguntas que pesan en nuestros labios. Esos pensamientos que presienten el roce del cuerpo. La tibieza de la sabana es lo que ellas tienen como horizonte. Ellas cortaron la flor para encender un cigarro. No temen ser señaladas, al contrario, ellas intentan lucir tal como son: sin prejuicio de cadera ni cosmética en la forma. No hay horarios y las horas borrosas están tumbadas en el catre de los dormidos. 
El cuerpo de viaje es un presentimiento. Hoy llueve y el collar terco del agua molesta, parece que ellas lo saben, la humedad es una animal ciego, tenaz, que se mete, violenta, viola como ese macho que esta a nuestro lado. La superficie de la muerte les roza, por eso ellas se arrojan al vacío, donde puedan matar a su madre, a su padre, tíos y tías que no hacen mas que desgarrar el dibujo. Ellas son el rumor, el refuerzo absorto de su propio ocio de belleza y la voluntad oblicua de la vacilación de una adivinanza. Los bordes carnosos de la linea nos dicen la verdad de la mentira y los rostros calientes reclaman tanta libertad. Ellas lo saben, por eso esperan la tinta tibia que les dibuje otro género de vida.

Tinta/papel