Como vela perpetua ese hombre se quedó pegado. Se escuchó un disparo y nunca se supo la mando que apretó el gatillo. Eran las tres de la mañana. Las buenas señoras del barrio ya le llaman el santito del cristal. Se dibuja al sereno y parece que las muchachas cuando salen de la escuela, le dejan flores o dulces con la esperanza de tener también un patrono pegado a su ventana.
314. Metaficción mínima III
-
Editoras invitadas: Pía Barros y Lorena Díaz Mesa En el afán de encontrar
la frase adecuada, la escritura que nos expresa, el aliento para
escabullirnos de...
Hace 1 día.