viernes, 12 de junio de 2020

Dilatar la vista



Los tendederos son la representación íntima de la ciudad y antes de que se extingan yo los conjuro. Los martes Doña Justina sale a secar la ropa de cama. Pantalones y camisetas cuelgan como cadáveres inmateriales. La timidez no es el ánimo que prevalece en un tendedero. El cortejo de telas con sudores se confunde.

Yo miro a Doña Justina desde el otro lado del tejado. Ella no lo sabe. Ya la casé, la enviudé. La hice joven, decrépita, sensual y santa. La ropa escurre, gotea y yo me entretengo revoloteando en la miel de la perturbación.  

Ayer me descubrió. Me lanzó una mirada cómplice. Ahora su ropa interior pasa horas tendida al sol y yo junto a la ventana.