lunes, 20 de septiembre de 2010

Nos hemos ido a la mar Juan III

Nos hemos ido a la mar porque la tierra ya no es nuestra Juan. De niños alcanzábamos las esquinas de nuestro barrio brincando con el pie derecho y luego con el izquierdo. Llegábamos a la tienda de Doña Rosita a comprar chocolates Carlos V y mazapanes. Tu a veces no tenías dinero y te quedabas mirando la vitrina. Yo, que guardaba el dinero que me daba mi mamá si me portaba bien y le hacia los mandados, te compraba tu chocolate y a veces me alcanzaba para comprarte otro para que lo guardaras y te lo comieras en tu casa. Me daban ganas de apretar tu boca con mis manos para sentir el regusto de tu cara. Eras mi mejor amigo. Te lo dije antes y te lo digo ahora. Comprendo que te haya entrado la locura y quisieras sentir que te desdoblabas a otra dimensión.
- ¡Pisar los terrenos! Andarle por la cara -me mostrabas en medio de la calle con una vehemencia que envidiaba. Nunca te lo dije por tonta, me hubiera gustado que supieras que codiciaba esa pasión, ese no importarte la muerte con tal de envolverte en ese no se qué de los instintos.
- Llevarlo templado controlando su fiereza, de repente sientes que te fundes con él y no te importa nada, te elevas en un torbellino y te olvidas del peligro y de la muerte, que la miras siempre pasar - lo decías con tanta verdad que me llegabas a convencer. Yo no entendía ese deseo de enfrentarse con el peligro. Te confieso: siempre he sido muy miedosa y nunca me he enfrentado a nada por eso hasta hoy me atrevo a decirte que te extraño, que dejaste una huella honda y que aquí te siento todos los días como cuando íbamos brincando por los chocolates. Desde que te marchaste estos terrenos que piso ya no son míos, no encuentro ya la querencia, estoy suelta, sin fijeza. ¿Te das cuenta? Tus palabras las hice mías, me quedó esa manera tan recta de definir los comportamientos de tu cómplice, como te gustaba decirle. Quisiera cambiar de tercio pero no puedo, tengo que decirte a volapié que ya no aguanto esta tierra sin ti y que nos vamos al mar. Sí, mi madre y yo. Sigo arrastrando mi pánico, nunca me puede enfrentar y sigo enchiquerada, afincada en las tablas sin atreverme a ir a los medios. Hiciste bien en irte, aquí conmigo te ibas a amargar.
No estoy triste, ni me he cortado la coleta. Cuando salgo al tercio de la playa y veo como enviste la ola, te siento, te miro elegante con tu vestido de coral y oro con alamares y golpes negros. Te veo como nadas, bailas con los peces que te rondan y te los embraguetas y cargas la suerte, siempre la suerte, la que da y quita.
Voy a liar mis palabras y solo quiero que sepas Juan, que estamos en el mar por si quieres hacer un paseíllo.
Sergio Astorga


Acuarela/papel 20 x 30 cm.