jueves, 12 de julio de 2012

El bengalista



Dijo que venía de esos caminos de versos y cantos; cuando los niños se dormían creyendo que los espíritus volaban envueltos en sabanas blancas.

Flaco, como dibujo a tinta, olía a sermón apurado en octavas reales y esbozaba una sonrisa celestina, fascinante. No se cuanto tiempo me quedé contemplando esa estampa. Él, como sabiendo su atractivo y a su merced, me habló del libro del buen amor. Yo lo escuchaba, no sin maliciar que se trataba, tan trovadora figura, de algún profesor de literaturas que había desahuciado su sano juicio.

Mi natural instinto me decía que tal vez, algunas monedas compensarían sus ardores, pero cuando me llevaba la mano al bolsillo, él, con el aplomo del artesano encendió una bengala y se fue cantando como si nada.

Cuando veas un bengalista, puedes poner tu entendimiento a dar cosecha, dejar las risas y perder el bolso.

Sergio Astorga

Tinta/papel 20 x 30 cm.