martes, 28 de julio de 2015

El niño que fue gallo


Desobediente, enemistado con su tiempo, extendió firme su desdén. Nada de recreo, nada de casto e inocente cacareo. A Paco, le gustaba ser gallo y desde el despuntar el alba, lentamente le salieron plumas verde soles y un pico naranja se le untó al labio. Creció cantando, dando copetones valientes y seductores. Ciegas definiciones circularon por el mundo gallinero y ninguna palabra lo ha exaltado tanto como la de aquél canario de avezado cuello que sentenció el destino engallado de Paco.
Un día de granizo descomunal lo apañó picoteando en el jardín. Paco, sacudió su cresta y miró sus plumas enfangadas. Nunca se ha visto tal desconsuelo. Se le mira anciano, con la mirada perdida, no pregunta, ni pide ayuda. Varias curaciones milagrosas han llegado de los cuatro puntos de la tierra, desde semen de mulo conservado en cuero de cabra; hiel de pez en concha nácar; hígado de vaca; molleja de pollo virgen; agua serenada por cuarenta días. Nada ha hecho efecto. Las plumas de Paco siguen marchitas sin conseguir el vigor de antaño.
Se solicita encarecidamente manteca de caimán, ya que dicen que es remedio inmejorable para pegar la pluma sin perjudicar la consistencia y el color. Si usted la tiene o sabe dónde conseguirla diríjase a la brevedad a la siguientes coordenadas: Latitud: 41.157944 (41º 9' 28.6" N) Longitud: -8.629105 (8º 37' 44.78" W)