miércoles, 6 de septiembre de 2017

Ciudad borrosa


Gotas gruesas y castañas cayeron al segundo vuelo de gaviotas. Ahora me entero que de la calle que llevaba al dentista ha quedado llena de oraciones agridulces. Neciamente tomo la receta y con el diente casi desbordado, camino por rumbos alternos. Toda la ciudad tenía dolor de encía. Me detengo al oír un llanto de mujer que paría un robusto niño. Hay dolores que no alcanzan a llenar el propio. Hay una quieta fiera que ronda. La escucho en estos patios interiores de mi mente. Sigo caminando, para alcanzar mitigar tanto murmullo sombrío. Embrutecido, miro el semáforo, pera esperar el verde.