jueves, 14 de septiembre de 2017

El Duende del Sombrero Rojo


Era una vez. No. Eran dos veces que el Duende del Sombreo Rojo perdía el encanto de subir por las escaleras y llegar a la nube de su casa. Olvidó sus llaves, las dejó sobre la mesa del salón del curso de primeros auxilios para duendes que tomaba en el extremo oriente de la ciudad, en el muy celebrado barrio de los Encantados. La primera vez se quedó dormido en una banca del mismo salón, tal era su cansancio que nunca supo el destino de sus llaves. Tuvo que ir al cerrajero, un duende de chapeo amarillo, de mal talante y peor aliento que le cobró cincuenta monedas de cobre. 
El Duende del Sombrero Rojo, no es mal duende, pero es decente, y no hace travesuras que puedan lastimar el orgullo de sus víctimas. Fue tanta la presión de su barrio que un día sofocó hasta la agonía a una señora que regaba sus crisantemos todas las mañanas. Por eso decidió tomar el curso de primeros auxilios. En buena verdad, el único auxilio que le ha interesado del curso, es aquél que cambia la página de lectura, así que cuando un lector abre el libro, tiene que recomenzar de nuevo porque no reconoce la página que lee. Le encante mirar la cara de azoro del lector, sobre todo la de los primerizos que se enojan y se insultan así mismos por no tener método cierto de lectura ni cabeza para el recuerdo. Los lectores avezados, al contrario, se divierten, porque inventan las páginas perdidas y ayudan al autor del libro, sobre todo a los aburridos, para componerles la página.
Si estas detenido en tus lecturas espero que tengas la suerte de que el Duende del Sombrero Rojo no pierda sus llaves y pueda visitarte a tiempo.