jueves, 22 de enero de 2009

Revuelo

Las gaviotas volaban en círculos, las abejas en zig-zag y los canarios buscaban afanosamente una rama de árbol para poder presenciar la reunión bimestral de los integrantes de la Comisión Interregional de Colas Largas. El presidente de la comisión ya estaba sentado y esperaba impaciente la llegada de los demás miembros. Hoy sería un día especial, por la gravedad de los hechos, la reunión tradicional se posponía y en su lugar se celebraría un juicio.
La señora Urraca llegó vestida de negro con un moño blanco en su ala izquierda –“en señal de protesta”- decía con voz decidida.

- Déjeme pasar, por favor
-¿Quién es usted? Si no trae gafete, no puede pasar -contestó el guardia. Un armadillo mal vestido, flaco y macilento que fue elegido como encargado de guardar el orden.
- Soy el acusado. Los acusados no tienen gafete.

- ¡Déjalo pasar! Gritó el avestruz pavoneándose con su peluca nueva.
- ¡Sí, Sí! Yo lo conozco, él es el acusado, palmeaba la paloma dejando ver su pecho pinto.
- Yo lo dije siempre, un armadillo de guardia es absurdo, pertenece a otro reino - se quejaba la golondrina.

El armadillo sin intimidarse volvió a decir –Si no trae gafete no puede pasar.
-¡Déjalo pasar! Gritaron al unísono el avestruz, la paloma, la golondrina.
- Guardia, esta bien, déjalo pasar, pero no lo pierdas de vista. Se escuchó una voz rotunda de ave de rapiña
- Sr. Presidente con todo respeto - se atrevió a contestar el armadillo. -No trae gafete, ¿cómo puedo saber que es el acusado?
- No tenemos otro acusado, por lo tanto, él es el acusado. ¿Está claro?
- Si señor.

El acusado literalmente planeo hasta llegar a la silla que estaba en el centro de la gran sala. De frente estaba el Presidente, a su derecha estaba el gran jurado, alcanzaba a distinguir al cenzontle con su sombrero de carnaval, a la urraca con su moño de protesta y la gallina de guantes, fingía inteligencia; le extrañó no ver a la oropéndola, siempre tan colorida y justa en sus apreciaciones. A su izquierda estaban los invitados de honor, eran de otro reino y por eso no tenían ni voz ni voto. En primer lugar estaba el honorable León Baluarte Redondo con una cadena de oro en su cuello; a su lado Don Oso Malacara miraba impaciente su reloj. Había dos invitados más que no lograba identificar.

- Honorables Colas Largas les pido que tomen sus lugares –ordenó el presidente con su alta voz de rapiña- Damos inicio. Póngase de pie el acusado. ¿Tiene que decir algo en su defensa?
-¡Protesto, Sr. Presidente! – gritó la señora Urraca
-Usted protesta siempre señora -dijo molesto el presidente.
-Claro, por eso tengo mi moño blanco, aquí lo tengo mire. La señora Urraca agitaba su moño como queriendo alzar el vuelo.
-¿El acusado tiene que decir algo en su defensa?-volvió a preguntar el presidente. –Si vuelve interrumpir- dirigiéndose a la señora Urraca – le impongo una multa. ¿Está claro?

La señora Urraca intento replicar cuando la paloma le dio un aletazo y en voz baja le aconsejo que protestara al acabar el juicio.
El acusado se levantó pausadamente -Señor Presidente no sé de que se me acusa. Me siento culpable, pero no sé cual es mi delito.
-¡Es culpable, Señor Presidente! -se escuchó a coro. Poco a poco todas las aves fueron llegando a la gran sala, hasta que no cabía un ala de más.
-No sé de que se me acusa- insistió el acusado con el pescuezo desplumado.
-¡Esto no es un cuento de niños! Eso le queda claro ¿no? el presidente mostraba sus uñas afiladas.
-Creo que si- dijo el acusado en un tono suplicante. Yo escribí una carta, ¿no la recibió, Señor Presidente?
- Por supuesto. Personalmente la leí.

-¡Que la lea! ¡Que la lea! Chillaron a coro.
-¡Orden en la sal! –gritó el presidente abriendo sus grandes alas verdinegras. Es una carta que no tiene ni plumas ni cabeza. Continuó en tono doctoral.
- ¡Queremos saber!
- ¡Orden! Guardia, al próximo que interrumpa lo apaña.
- Señor Presidente en la carta explico todo- imploró el acusado.
- ¿Explicación? Si es un monólogo.
- Señor Presidente, yo no conocía al dueño, las tomé sin darme cuenta.
Un murmullo de alas llenó la sala de agitación.
-¡Silencio! -exigió el Presidente. ¿No se dio cuenta de la diferencia? -preguntó al acusado.
- Eran iguales.
-¡Iguales! ¡Eran alas de ángel! Usurpar funciones es imperdonable. Confundir atributos, intolerable. Son abstracciones que no podemos permitir. Usted es un ave de rapiña, un ave concreta. Los conceptos no se pueden ver.

-¡Culpable!
-¡Cadena perpetua!
-¡Hay que quemarlo!

-¡Orden en la sala! Guardia. Guardia. Lleve al acusado a su celda.

-¡Protesto! Señor Presidente. -la señora Urraca agitaba su moño blanco.
- ¡Se ha desmayado! -grito la paloma.
- ¿Quién? ¿El acusado? -preguntó la avestruz buscando su peluca entre la multitud
- ¿Está muerto? –preguntó asustada la gallina
- No. Todavía respira –comprobó el cenzontle. Se asfixia
- Hay que cortarle las alas -sugirió la paloma.

Nadie se explica cómo sobrevivió a la operación. La última vez que lo vieron llevaba una cicatriz enorme y una desangelada mirada.
Sergio Astorga.

Acuarela/papel 20 x 30 cm.