sábado, 8 de febrero de 2014

Los yerros, yerros son


Sus buenas intenciones le llevaron a revisar el gran Libro de las Impertinencias. Parecido al I Chin (libro de las mutaciones), con la diferencia del uso occidental del orden alfabético. El libro de las Impertinencias se basa en la interpretación de las primeras percepciones. Su protocolo es muy sencillo. Un hecho objetivo tiene dos posibles maneras de abordar, uno basado en los usos y costumbres, donde siempre se busca transferir a los otros nuestros errores cometidos, y la otra manera de interpretación es a través de la intuición primera. Esta segunda manera es la que trata el Libro de las impertinencias. 
Abrumado, por no saber si había elegido la profesión adecuada y avergonzado, por la descomunal barriga producto de sus taquizas de nana, cuerito y trompita. Realmente, estaba desconsolado por no encontrar una pareja que le diera lo que su madre le heredó. Con ese panorama, tuvo el firme propósito de enmendar lo enmendable y descartar lo menos posible porque uno después lo puede necesitar. 
Cansado de las lecturas de auto ayuda, terapias en grupo y en solitario, pensó, como buen desahuciado, arrojarse al primer convoy del metro. Para colmo, la estación mas cercana era San Pedro de los Pinos, linea 7 que en ese horario, 10 de la mañana, estaba prácticamente vacía y no habría la suficiente gente para detenerlo. De repente, su mirada se detuvo en un pequeño aparador con el aviso de: se traspasa, liquidación total. Una vieja librería de usado con el clásico moho en el ambiente. En el segundo estante a la derecha, un libro grueso de pasta dura dejaba entrever su título: El Libro de las Impertinencias. 
Ya en casa, preparó un cafe bien negro con mucha azúcar y comenzó a leer: “Conócete a ti mismo”. “Las mentiras mas crueles son dichas en silencio” “Lo necesario, aunque cueste sólo un céntimo, es caro” “El hombre es ante todo un animal que juzga” ”La ambición es el último refugio del fracaso”. Sinceramente, era un libro impertinente, en eso no tuvo duda. 

Terminó su cafe y con el rostro beatificado por la ratificación de los usos y costumbres se fue a la cama con una máxima futurista: los yerros, yerros son. 

Sergio Astorga Mixta/papel