domingo, 28 de septiembre de 2008

Otras veces


Cuando mi tía Elodia tenía los pechos hinchados me mandaba cortar un buen manojo de manzanilla de la maceta, yo se lo cortaba como un rayo, no me gustaba verla triste, cautivada por una caliente lagrima que le escurría por su pezón.
Sus pechos me gustaban, eran como los caracoles que encontraba en el río: húmedos y asustados. Crecían como crecen los ojos por curiosidad.
“No sabes como duelen” me decía. Entonces me crecían unas ganas de ser bueno, y sin prisa, con mis manos, desgranar su dolor para curarlo.
Nunca supe ser bueno y ahora que su dormitorio está vacío, me crece un frío de cordillera largo y seco.
Hoy, un color de trigo se afianza en el corredor y un vapor de tía reposa en las paredes.
Sergio Astorga

Fotografía: "Fruta Prohibida" Manuel Alvarez Bravo

A veces...


Existía un verde ceniciento que mis antepasados conservaban en una cajita de madera. Mi tía Elodia lo trocó por una casa rodeada de magueyes que se miraban por las ventanas. La casa fue abandonada en tiempos de la revolución de México. Yo tengo en la memoria ese verde cenizo y el deseo de que mires ésta fotografía de Don Manuel Álvarez Bravo, un amigo de la fotografía cuando estaba vivo.
Hoy todo es silencio y a veces, un olor de penca recién cortada en las tardes de lluvia no me deja combinar los colores.
Sergio Astorga