viernes, 7 de noviembre de 2008

Calaveras del Abarrote V

Para Dédalus:

Afianizado en el misterio
divagando solitario,
combinando los contrarios
del silencio es propietario.

Con las cartas a Miralles
llegaban a su ventana
comentarios a granel
que llenaban su semana.

“¿Porqué no escribes viajero
-le pregunta descarnada
la calavera tilica-
sobre el amor pasajero

del que ama y el amado?”
Dédalus meditó cuatro
semanas y media. Dolor
de cabeza y pecho

lo dejaron confinado
a vagar por los tejados
sin encontrar un alfeizar
donde quedar afianzado.

De Dublín a New York
pasando por toda España,
se cuenta que la huesuda
ya le enterró la guadaña.
Sergio Astorga




Para Indran Amirthanayagam

Se apareció el tigre
con panza, y el elefante
en medio de la casa.
La guacamaya cruzaba

la calle con cuidado,
y los niños en la escuela
cantaban a Walt Whitman
y aprendían a nadar.

En Manhatan o en Paseo
de la Reforma o en Sri
Lanka, el sol de madrugada
en ingles o en español.

Un día como cualquiera
vio bajar de la escalera
a una fina dama blanca
como si fuera un encanto.

Indran la miró con fuego.
Los gorilas se salieron
de sus jaulas y los rojos
se juntaron con los verdes.

Platican los entendidos
que lo de arriba es de abajo:
unos se van para el cielo
otros se van al carajo.
Sergio Astorga


Calaveras de José Guadalupe Posada.