Hoy en el Microrelato de los Viernes, aparecen textos de mi autería.
Gracias a Valeria Correa Fiz y a Jean Claude
Pique allá y aquí
Hoy en el Microrelato de los Viernes, aparecen textos de mi autería.
Gracias a Valeria Correa Fiz y a Jean Claude
Pique allá y aquí
Ernesto, pudo escapar gracias a la octava esposa del Sultán, ella adoraba su trompa. Por eso arriesgó su vida, realmente la perdió, para que Ernesto pudiera embarcarse al Nuevo Mundo. Después de un tormentoso viaje de tres meses por aguas procelosas llegó al Río de la Plata. Era invierno, se congeló a los tres días.
Cuando lo hallaron bajo kilos de nieve, descubrieron todavía el color rosado de su piel.
Ahora se exhibe en un museo, donde los niños apuntan en su libreta su asombrosa historia. Salomón, al contrario no se sabe dónde encontrar su cuerpo.
Cosas que tiene la literatura.
Con los ojos abiertos, promiscua, la letra E sube y baja en la escalera solitaria. No se oye de tan roja. En su oleaje la voz es su presentimiento. Las frentes secas la miran. Todos nosotros, estamos amordazados por la letra A y su prominencia, el aire trabaja puliendo el silencio.
Nos obstinamos, al fin lectores, y el trueno chorrea entre los dientes.
Desde las profundidades de la tierra, el petroglifo apareció intacto. Se recuperó en verano. Desde entonces la realidad se encuentra en una vitrina. Los sorprendidos visitantes lo miran y exhalan simpatías prehistóricas. Las historias marinas y los atlas náuticos, inútilmente siguen su rastro.
Aquí su imagen, si alguien ha seguido sus nados pueden enviar su historia antes de que llegue la ola del olvido.
El Sr. Ulalá tuvo la letra U como única corazonada de su existencia. Upala, su tía le urgía para que encontrara una Úrsula mujer como esposa. Marchó a Uruguay porque le dijeron que las Úrsulas eran originarias de la pampa. No era cierto. Viajó a Ucrania, Uzbekistan y a Ulán Baator, sin resultados. Compró ungüento de sábila. Comió kilos de uvas con semilla y sin ella. Tuvo que realizarse un ultrasonido por problemas con la uretra.
Fiel a su utopía, ulula sintiéndose universal.
Más allá del comienzo el equilibrio juntó los mundos contrarios. La tierra y el cuerpo se cruzó con los caminos. La caricia del día ha seducido a la noche.
Más allá del fin y del comienzo, la armonía despunta.
Obsesionado con la figuración su rostro se desfiguró en un acto de pensamiento abstracto. Los artificios del realismo no consiguieron imitar los rasgos del que copia. El espacio fue un simulacro y los que lo vimos ensayamos diferentes interpretaciones. No era un Gólem, era un simple rostro con nombre sencillo de artista. Era el Eduardo de su casa y nunca se supo si en las altas horas del sueño recuperó su figura.
Su mundo era el río Mondrian quemado por su casa. EL aire se rompió en mil pedazos y sólo las pisadas gordas se escuchan. El vidrio fragmentado en tajante geometría; la noche se ilumina al tambor de la luz rabiosa del sol. La danza es abstracta como la idea del espacio.
He aquí al hombre que se integra en su pensamiento puro.
El espesor se pule en este silencio figurativo.
El Sr M. tiene la memoria martirizada porque las muelas del juicio no aparecieron a lo largo de su vida. Memorizó todos los remedios. Machacó dientes de león. Maceró margaritas. Masticó menta y ni por eso pudo mejorar su condición.
El Sr M. de mal en peor, marchó en toda las manifestaciones de dolientes activos, manteniendo el gesto, con el mentón apretado y los muslos atentos a la huída.
Con los años, el Sr M. llegó a tranquilizar sus meninges al memorizar las obras de Maurice Maeterlinck.
La inteligencia de las flores lo dejó materialmente mudo.