El blanco refulgente me rodea. Desciendo de la montaña velozmente, zigzagueo por la ruta marcada por los otros que bajaron antes. El viento se estrella en mi casco, no siento el frío. Mis botas me cubren, seguras y firmes. No hay dudas sólo el camino blanco delante. De repente una explosión casi me derriba. Volteo y una cascada blanca cae hasta cubrirme por completo. Blanda como una almohada que incita al sueño. Huele a vestido de novia. A espuma de encaje, a sábana limpia. Un resquicio de luz llega tenue. Silencio frio como un jardín recién cortado. Se adormece mi cuerpo. La hidra del invierno pisotea la montaña. El silencio tiene la verdad como brújula. La respiración ya es tenue. Me voy olvidando. La presión me adormece. La tempestad entona un réquiem.
Soy nieve.