martes, 21 de junio de 2011

Marino amor

En la piedra marina la pisada del agua latitud norte. La foca y la morsa zampaban sus miradas de sal como náufragos. El frío masculino se extendía al fondo del mar y los peces asustados dieron la vuelta a sus escamas y brillaron al sol con saña. Las medusas se zambullían al roce.
La foca hundía su mordedura por el cuerpo de la morsa entre algas marrones. La costa era lejana y el faro inútil al medio día, esperaba las sombras para recuperar el tacto. Las perpetuas olas sonaban a trenes submarinos y la espuma encadenaba la blancura en la orilla.
El océano y el viento silbaban el marino amor sacudiendo entre las mentes: el cristal veleidoso de los géneros.

Ya sin timón, cuando el marino amor prospera, en la arena se dibuja un mapa, por ventura, que marca para otros marinos la manera de encallar el desencanto.
Sergio Astorga

Acuarela/papel 14 x 19 cm.

viernes, 17 de junio de 2011

Entre ruedas

Rolar sin designios de mercurio o de tameme con el único fin de rimar la calle con el valle, la bicicleta fue inventada, porque fue inventada, con el principio básico de repartir la humanidad corpórea sin distingos de género a todo lugar donde la rueda, principio básico, pueda rodar.
En palabras llanas, Facundo pedaleo sin parar hasta que el trolebús lo dejó impactado en una nueva intertextualidad.
Sergio Astorga.

Acuarela/papel 20 x 30 cm.

martes, 14 de junio de 2011

El elefantilo amoroso

Oteando su sintaxis gris de paquidermo, el elefantilo levanta su trompa y un gran acueducto amoroso se desparrama por la estepa africana. No quiere inventar un ágil encuentro con la amada, se esfuerza por explicar su volumen con la ternura que le aguarda detrás de sus orejas. No será con la esgrima verbal con lo que logrará su conquista y es la prudencia de su memoria lo que fascina. Esquiva sus marfiles y le sirve de brújula el instinto de manada. Nadie sabe que su enorme intimidad lo tiene atrapado en un balbucir incomprensible. Obstinado, anda por verdes de artificio. Nadie lo mira. El viento no trae el perfume de la amada y otras faunas lo confunden. Su esfuerzo solar no trae el triunfo nocturno y ausente, el horizonte pulimenta su sueño zoomórfico de amante.
Sergio Astorga

Acuarela /papel 58 x 22

martes, 7 de junio de 2011

Acuaria en Idaho Falls

Baja la lluvia a las once de la mañana y se subraya su condición de pez de bello fino y escama de goma. El beso dulce se ha detenido en sus espinas y un corazón de huevo crudo se cuece en el sollozo de sus brazos.
Acuaria brotó ansiosa entre los árboles de agua dulce. Desnuda, se juntó con la miel asustada del labio mayor, donde respira su feroz flujo y el ágil ariete de su beso.

En el mes de junio cuando la rueca de hilo de agua hueca se destila, alguien husmeó por su cauda de traza de mujer y quedó atrapado en el mordisco de sus muslos.
Cuando vengas a Idaho Falls o mires por el mapa de tu laptop, una glotonería natural se untará por tu vertical silencio, te sentirás adulto y una embriaguez quedará errante hasta que llegues.
Sergio Astorga

Acuarela/papel 20 x 30 cm.