sábado, 30 de septiembre de 2017

Dragoneo


Algún dragón acalorado se adueña de la fuente de la ciudad. No obstante, su fuego interior sigue intacto, como aquellas sutiles ideas del jácaro. 

Fotografía: Fuente en Braga, Portugal.

viernes, 29 de septiembre de 2017

Mucho peso


Mundo abajo, transido bajo el signo de Aries, el duende se consolaba de sus pesares con una canción de amigo:

*Decid vosotras, ay hermanillas,
¿cómo he de atajar mi mal?
Sin el amigo no puedo vivir:
¿adónde he de ir a buscarlo?

Rodaba en esa pendiente triste del desdeño. Sus ojos secos envuelven ese antiguo paraíso de los enamorados. Sus versos nunca llegaron al corazón indicado. A veces la tradición acorrala, como un tercero estorboso para la prisa. Por eso su gesto lleva la carga de la esperanza ajena. De nada le ha servido tener buena voz si el soplo amoroso se vuelve resaca. Quiere mudar de oficio, ser un burócrata espeso, y no este espectáculo doliente de cantar inútilmente.
El joven duende no sabe aún como se comporta el mundo. El mundo que explicó Newton todavía tiene mucho peso.


*Jarcha de Yehuda Halevi

jueves, 28 de septiembre de 2017

Un vigor sin cuerpo


Un vigor sin cuerpo
la desmemoria de llegar a tu puerta. 
Encontrarla cerrada y no hallar las llaves. 
Una hilera de anchos recuerdos 
revientan todos juntos. 
Se acumulan en la mano
como si fueran de plastilina.
Modelan esos pómulos,
ese deseo de tocar. 
El ojo de la cerradura 
tiene la garganta oscura 
introducen los latidos líquidos de tu sexo. 
Claveles ya sordos en la memoria. 
Encontrarse en la calle 
queriendo nacer en otra calle, 
en otro orgullo, en otro misterio. 
¿Cuál es la necesidad de este reposo?          

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Tres soles


El Señor de los tres soles heredó las alas de Hermes y la fragilidad de las mariposas. Tiene orejas grandes que atraen todas las voces, lo que le provoca dolores de cabeza que mitiga con su sombrero de hojas de laurel. Sus rostro normal es inerme a los exabruptos de algunos ángeles que presumen alas mejor dispuestas. 
Con aire pavonado sus tres soles se sostienen gracias al cuerpo flexible de serpiente. El primer sol tiene frases cortas, de lógica severa, ilumina la ausencia de principios. La segunda cabeza levanta un grito al cielo desafiando los principios romos del Universo. La tercera tiene la virtud de la carcajada. Nada es tan grave para detener la sonoridad de su insolencia.
Feliz, en su sustancia, el Señor de los tres soles, estos últimos días anda incomodo. Suplicante, pide la experiencia de un buen zapatero que pueda ser indiferente al vocerío de los soles y pueda ejercer su sabio oficio, y mudar las suelas de los zapatos, que en un aterrizaje forzoso, la bota del pie derecho perdió su tacón y el otro, ya gastado, impiden ejercer su única presunción: aterrizar sin contratiempos.
Si ustedes, tienen conocimiento de un zapatero que sepa de Mitología, por favor entren en contacto en la Avenida Heliopolis número 34, Col. Clavería. El último, quizo modernizar los botines, tratando que quitar las alas y ponerle estoperoles. ¿Se imaginan?

martes, 26 de septiembre de 2017

Quincuagésima cuarta columna


Algunas columnas se parean para sostener un frontón de dos aguas donde se desliza la luz. Curioso que un arco de medio punto tenga en su dovela central todo el apoyo de la escena. Por fortuna la puerta se mantiene cerrada para estancar la mirada.

Fotografía: Capela Carlos Alberto, Pálcio de Cristal. Porto, Portugal.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Esmerada cabeza


Dueño de los caminos naturales porque los días se quiebran rápido, él prepara, agudo, un espacio menos frágil que la tierra. Su reloj es puntual, como esas caras que se asoman de vez en cuando, en torno a la luz neón de los escaparates, apuntan el precio de las camisas y siguen calle arriba haciendo cuentas mentales para ver si les alcanza. Así es el reloj, para algunos, no alcanza a dar la vuelta completa y se queda detenido en un hecho de emoción o de pensamiento. Él, por eso tiene la cabeza de escarabajo para poder andar entre las cacerolas cotidianas. Bebe whisky y cacahuates, empaña los espejos y tiene la flexibilidad de los bailarines. Héroe de sí mismo, desprecia la opulencia y, busca en los diccionarios la palabra que defina ese afán de meterse en las rendijas y aguardar a que pasen los gendarmes disfrazados con corbatas azules. 
Está inquieto, le han llegado noticias, que en enjambres furiosos, miles de monedas aplastan los humildes deseos de comprar una camisa. Tanta lágrima lo tiene húmedo y comienza a comprar telas para hacer camisas gruesas para el frío, porque sabe muy bien que los días se quiebran rápido.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Agua en horas


Hay memoria de agua en el cuchicheo de las aguadoras. Suspensas en sus ánforas de bronce comenzaron a verter agua, ebrias de charlar todo el día. Su voluntad se une al coro de los labios sedientos de otros tiempos potables. Ya desfallecieron aquellos que llegaban con su extendido brazo con el vaso vacío.
Ahora, ignorada toda esa historia, las aguadoras por las tardes, a fuerza de costumbre, confidentes, esconden, sin esfuerzo, el mapa de la acequia donde las alma se juntan y refrescan. 
Así es de sentimental, a veces, el obturador en una mano.

Fotografía: fuente Palacio de Cristal, Porto, Portugal.

sábado, 23 de septiembre de 2017

De última hora


Se le cayó el truco al salir de la caja. No tiene la pericia del Santo Oficio. Ni la mano larga de las cámaras alta y baja. La desgracia de su gracia sucumbió al primer intento. La sonrisa y la violencia se mira en el rostro. La feria tiene luz de dispensario. Los niños lo miran y se apiadan, tanto es su desánimo. 
¿Qué salió mal? se pregunta.
La gente ha despertado le gritan. No le valió ir con el cura, ni con el alcalde. Ha caído en desgracia. Su truco ya no funciona. Otro, en la sombra, ensaya nuevas maniobras que seduzcan.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Verticalidad


Mantener la rectitud o la vertical es uno de los principios que el otoño atesora. Los pechos colorados, los que saben del paso de lo días, lo saben. ¿Habrá que buscarlos? No a los días. A los pechos. Hagamos el esfuerzo aunque nos ardan los ojos. La verticalidad es una aspiración. Una altura que emociona.

Fotografía: Vímara Peres e Torre dos Clérigos, Porto, Portugal.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Cabezas hambrientas


El hombre de las cuatro cabezas tiene los intestinos de fuera, un cinturón de serpiente y una espada. Hambriento, mordisquea rutinariamente hierbas e insectos. La serpiente la usa como escudo para apartar a todos los curiosos que quieren tomarse fotografías.
De una a cabeza a otra circulan múltiples historias. Cada una nació en diferente tiempo y país, por eso la cabeza uno, la que tiene la visión del mundo izquierdo, habla de cosmovisiones que contrasta con el materialismo de la cabeza de la derecha nacida en tiempos modernos. Sus desavenencias se logran ver en sus gestos y cada una, inamovible, se aferran a sus principios, por fortuna, cada una aprendió una lengua común (el español) y aunque cada una tiene sus lengua inicial, griego e inglés, respectivamente, se comunican con relativa civilidad.
Las dos de en medio, llenas de remordimientos, son políglotas. Viven tristes, ellas quieren comer carne y frutas como la serpiente. Tanta fue su desesperación que a una de ella le salió una cabeza al lado, le creció como un brote de incontinencia, ahora no deja de anunciar, con polifónica voz, la filosofía dual de la existencia. 
El hombre de las cuatro cabezas, acaricia en sueños la esperanza de encontrar pareja, en este tema ellas están de acuerdo y con esta idea comunitaria recorre mitologías con ilusión y celo. 
La espada la usará para evitar la piara. Único destino cierto de los hombres que tienen más de dos cabezas.

martes, 19 de septiembre de 2017

Equipaje de mano


Aquél muro no deja de mostrar el peso del nosotros. Atormentada por lo que se aleja con el tiempo, te digo, con la vocación que conoces, este derrame de agua; esta profundidad de la valijas; esos cabellos que te has cortado; entonces esa exploración de los antiguos caminos, sin brújula, confiando en las imágenes que salían en esas ausencias. Esas yerbas que mordías con los pies descalzos; el vuelo de los últimos tramos de la mañana. Sabes que tu cuerpo tiene esos signos irrepetibles, difusos. Esos umbrales que iluminabas cuando habrías las puertas. ¿Sabes de tus apariciones?. Cruje en la penumbra tu presencia y esos ademanes tan tuyos humedecen esas cavidades de mi espacio. ¿Te acuerdas de la muñeca de trapo? Sigue en el ropero como virgen inmaculada en el olvido. El azul que te gusta sigue equilibrando el abismo. El temblor de tus labios, las indecisiones. Saliste a explorar del mundo y te orientas con lo que sabes, con ese equipaje de luz; los niños jugando, tus amigos, intercambiando chabacanos de colores mientras brincabas en el patio. ¿Recuerdas ese pájaro que se golpeó en la ventana? Ha vuelto, o así parece, porque es tan bello como aquél, el que querías llevar a tu cuarto. No me consuela verte crecer. Esa obcecación por crecer. Mis palabras no te detienen. Creces con otras vestiduras. Te has salido de cauce. Sigues creciendo y yo sigo como madre anclada en las imágenes, sentada a la puerta dejando la brisa entrar en mi pecho, mordiendo la ausencia. ¿Estaré equivocada? Sigo zurciendo tu vestido verde de festival. Ya no crezcas, que los pasillos se reducen en esta angustia, en esta obsesión de verte niña.

lunes, 18 de septiembre de 2017

El Señor Bartlett


La felicidad ajena no lo corrompe, el Señor Bartlett, lleva en su barriga la dulce forma de su dicha. Lujurioso, su dulzura lo desborda. Su guardarropa gira en la espiral vegetal. Camina ingrávido por las calles y en su cerebro gira la idea de ser un testículo verde de sereno dialecto, cargado de vitaminas y en armónica danza. Sale ileso de la fatal mordida que le asecha y lo sabe, cuando siente cómo lo miran con la avidez del frutícola. Con un guiño los deja embelesados en ese óvalo perfecto y silencioso se marcha sonriente. La belleza esta en mi vientre, presume.
Ingenuo, como todos los dichosos, No sabe que toda estética tiene su trinche creciendo en el crepúsculo.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Un par de ojos


Las cicatrices de un ciudad dejan ver el zumbido de las vidas pasadas. El vacío de un resplandor. No entrar es el signo que aparece y no desenterrar ese palpitar arruinado. Nuestros cuerpos huyen de esos otros cuerpos que habitaron recámaras y balcones. En el tránsito de una calle a otra ya no sabemos qué nos espera a la vuelta de la esquina. Un monumento o, la fría sensación del caminante que sólo habita con sus ojos, nunca con su cuerpo los espacios. 
Siempre hay un puente de tiempo, un círculo, que nos une lacónicos, a los habitantes de las otras casas fracasadas. Como ventrílocuos reproducimos sus sonidos sin cansancio.

Fotografía: pelas ruas do Porto, Portugal.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Mnemósine


El aliento tiene el mismo idioma, nutritivo, procreador. En lo más callado de las huellas de los dedos tengo los retazos de la luz que se filtra por la cortina de la hierba, la caricia de esa voz que no deja de olvidarme. Alguien me dijo que eras un libro. Entonces, letra a letra te fui llenando de palabras agridulces que se concentren en darte forma. Todos los que han escrito de memoria siguen desnudos y tienen frío. Siempre en la orilla de un cuerpo crepitan los abrazos y el incendio nunca cubre del todo la ceniza. La claridad, es esa imagen repetida, deslucida, de tanto tallarla. El aliento es esa voz que se ignora para seguir buscando otras palabras. Queda el aire llenando los pulmones y ese fulgor de construir esa voz que tal vez me nombre.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Punto de encuentro


Un signo en otro signo tiene la gracia de la confusión, del no estilo, del caos mental que una ciudad que se camina conlleva. El arte colectivo y anónimo no tiene patrones, sigue el impulso de violentar el espacio; su función última es contradecir y fincar un espacio emocional citadino. Si lo llevas a una galería o a un museo, lo corrompes. Los valores, como en la calle: transitan.

Fotografía: por las ruas do Porto, Portugal.

jueves, 14 de septiembre de 2017

El Duende del Sombrero Rojo


Era una vez. No. Eran dos veces que el Duende del Sombreo Rojo perdía el encanto de subir por las escaleras y llegar a la nube de su casa. Olvidó sus llaves, las dejó sobre la mesa del salón del curso de primeros auxilios para duendes que tomaba en el extremo oriente de la ciudad, en el muy celebrado barrio de los Encantados. La primera vez se quedó dormido en una banca del mismo salón, tal era su cansancio que nunca supo el destino de sus llaves. Tuvo que ir al cerrajero, un duende de chapeo amarillo, de mal talante y peor aliento que le cobró cincuenta monedas de cobre. 
El Duende del Sombrero Rojo, no es mal duende, pero es decente, y no hace travesuras que puedan lastimar el orgullo de sus víctimas. Fue tanta la presión de su barrio que un día sofocó hasta la agonía a una señora que regaba sus crisantemos todas las mañanas. Por eso decidió tomar el curso de primeros auxilios. En buena verdad, el único auxilio que le ha interesado del curso, es aquél que cambia la página de lectura, así que cuando un lector abre el libro, tiene que recomenzar de nuevo porque no reconoce la página que lee. Le encante mirar la cara de azoro del lector, sobre todo la de los primerizos que se enojan y se insultan así mismos por no tener método cierto de lectura ni cabeza para el recuerdo. Los lectores avezados, al contrario, se divierten, porque inventan las páginas perdidas y ayudan al autor del libro, sobre todo a los aburridos, para componerles la página.
Si estas detenido en tus lecturas espero que tengas la suerte de que el Duende del Sombrero Rojo no pierda sus llaves y pueda visitarte a tiempo.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Segunda Pista



El estruendo del látigo se escuchó hasta la platea. El león abrió sus fauces y el domador, atónito, miró, cómo un niño domaba a su señora madre. Ella, obediente, saltaba entre las sillas recogiendo del suelo, cacahuates, palomitas, paletones  y con una espectacular vuelta de carnero derramó el refresco del enorme vaso. La ovación de los espectadores fue inmediata, lo que obligó a la banda a tocar una y otra vez.

*Texto publicado en la Antología Vamos al Circo.

martes, 12 de septiembre de 2017

Quincuagésima cuarta


Algunas columnas terminan en suplicio.

Fotografía: Cruzeiro da capela Carlos Alberto, Porto, Portugal.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Coexistencia


Los mejores días de Luis no coinciden con el otoño. Le gusta la fruta y el sepia de esos días pero no tolera esa desmemoria; ese decir que todo esta bien y que sólo con pedir disculpas se arregla todo. ¿Y qué pasa con la idea de justicia? ¿Dónde poner a los muertos? ¿A los desaparecidos?  A Luis se le inflaman sus férulas y piensa en el castigo y no sabe que letra va primero. No sabe que hacer. Se le baja el aliento y se asusta de tener tanta conciencia. Duda. ¿Será que sólo le pasa a él esta atribulación de espíritu? Le dicen que tiene que cuidarse de sí mismo, que es mejor para todos y niegue tres veces como es la costumbre.
Los mejores días están por venir. Sueña. En su agonía.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Ineficacia


Algunos techos se derrumban sólo para mirar al cielo. Inútil metáfora cuando son tiempos de lluvia.

Fotografía: por las ruas de Porto, Portugal.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Corregido y aumentado


Era exagerado. El aumento de sus lentes era el causante de percibir una realidad ponderada. Se paso la vida sobrevalorando las distancias y los acercamientos. Iconoclasta por parte de madre y apologista por parte de padre, lo que dio como resultado: un liberal costumbrista con ciertos toques autistas. No es que conversara mucho con sus padres, pero siempre el ejemplo puede más que la doctrina. Al menos así se dejaba ver en cada una de las circunstancias en que lo acompañé. Cierta ocasión que estábamos en la parada del autobús tuvo una crisis desbordante. Comenzó con la diatriba de que el caminar era el peor momento de la civilización humana ya que la velocidad era esencial para llegar del punto A al C. Luego se sumió en una tristeza tan absoluta al sentir que sus extremidades inferiores - así les decía a sus piernas- cada día le dolían más a causa de su inmovilidad civilizadora.
Después de dos horas y ver pasar cuatro autobuses, conseguí ir a su casa a pie y así estirar sus ya mermadas articulaciones. A cada paso, me contaba sus observaciones detalladas desde que se sentaba a comer la papilla hasta los días en que entró a la oficina de correos a trabajar. Único trabajo que le permitió no confrontar con sus superiores. Encerrado en una bodega acomodaba toda la correspondencia que había sido devuelta en grandes cajas marcadas por el año y el mes. La gente piensa que tiene una dolencia mental, pero no es así, él tiene la manía, casi virtud, de corregir y aumentar lo que ve, es un poliedro cuya realidad nunca es la misma pero integra un sólo cuerpo. Sinceramente lo estimo y me sorprende cuando me confiesa: “Yo no soy yo, sino un despropósito con buenas y anquilosadas costumbres”.
Hacer compañía también tiene sus aumentos.

viernes, 8 de septiembre de 2017

La ciudad en el bolsillo


Es una tranquilidad dichosa tener una ciudad en el bolsillo. Ni los emperadores antiguos, ni príncipes, ni reyes tienen ese privilegio. Su esplendor es permanente. Puedes escoger las calles y los perfumes de gardenia o de ruda. Puedes pavimentar sus calles con pisos blandos en las subidas y firmes en las bajadas. En las terrazas los suspiros de los estudiantes se incrustan en ese futuro siempre promisorio. La ciudad tiene tu edad, por eso es habitable, si es que estás a gusto con lo que has hecho.
Tú la vigilas y bloqueas las rutas de esas molestas caravanas que quieren entrar con sus mercaderías inútiles. El espacio lo decides de acuerdo al tamaño de tu bolsa. Te sugiero que no la guardes en bolsa con remaches. Una cremallera es ideal para que, como las líneas de un mano sepas entrar dedo a dedo. La ciudad es un todo que va contigo a todas partes y todo el tiempo la habitas. No te engañes, los deseos toman forma de tu ciudad natal, rara vez, te pierdes por calles extrañas. Procura no poner estatuas de parientes para que puedas caminar con libertad. 
Elegancia, esa es la recomendación. Te invito a que construyas tu ciudad, ahora que el horizonte se empeña en humedecer la retina.

jueves, 7 de septiembre de 2017

La perspectiva y su recodo


Las líneas vivas conviven en espacios finos. El aire se palpa metafísico. La perspectiva, de tan racional, escucha la serpentina del río y se diluye su soberbia al escuchar el movimiento. En perspectiva, el paisaje se frunce en recovecos. 

Fotografía: Desde as Fontaínhas, Porto, Portugal.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Ciudad borrosa


Gotas gruesas y castañas cayeron al segundo vuelo de gaviotas. Ahora me entero que de la calle que llevaba al dentista ha quedado llena de oraciones agridulces. Neciamente tomo la receta y con el diente casi desbordado, camino por rumbos alternos. Toda la ciudad tenía dolor de encía. Me detengo al oír un llanto de mujer que paría un robusto niño. Hay dolores que no alcanzan a llenar el propio. Hay una quieta fiera que ronda. La escucho en estos patios interiores de mi mente. Sigo caminando, para alcanzar mitigar tanto murmullo sombrío. Embrutecido, miro el semáforo, pera esperar el verde.

lunes, 4 de septiembre de 2017

El ángel de la botella


Calló. No sé si por un sólo trago o muchos sorbos. No sé. Cayó mudo. Rodeado de alcatraces y rosales. No tiene odios en su sangre de bronce y un relámpago nocturno se incendia sin tocar a nadie. Su cielo no tiene patria y de su frente se inscriben todos los rumbos donde el alma se emborracha de ese líquido que lleva en la botella que sostiene en su mano derecha. Perseguido por miradas gélidas, enseña su alas y ese aire de ángel sin derrota. Él no tiene prisa y aunque los cielos en espirales se confunden con la huída, él se queda con el pulso sin prisa y resiste bebiendo ese licor que lo define. 

Fotografía: Rapto de Ganimedes, Fernandes de Sá. Jardim de João Chagas, Porto Portugal.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Septiembre


Algún sentido tiene el vibrar de la cuerda, la tensión del sonido. El regreso de la pausa. No se acaba el movimiento al oírlo. Tratamos de tener ritmo, melodía y poco a poco nos vamos acercando a ese septiembre y tal vez, por acaso, una vianda de placidez apartará las marcha y nos dejará el canto rosal y serpentino.