El gato del señor Machado quiere protagonismo, pero la gente que lo mira sabe que es un mal educado, se orina fuera de su arena, se siente el más atildado del barrio pero es de una vulgaridad absoluta. Se parece a esos burócratas que sólo piden sin dar y que creen que merecen todo. Por eso la gente lo comienza a odiar. Y es tanta la desesperación por tener protagonismo que comenzó a arañar a las personas. La tristeza se agranda al saber que su dueño es igual.
314. Metaficción mínima III
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Editoras invitadas: Pía Barros y Lorena Díaz Mesa En el afán de encontrar
la frase adecuada, la escritura que nos expresa, el aliento para
escabullirnos de...
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