lunes, 6 de enero de 2014

Siempre el mismo 6 de enero


A lo ancho de muchas noches, durante milenios, llegaron siempre puntuales. Inseguros, rajados por la sed y el polvo avanzaron milímetros por noche. Llegaban como ilusión, inalcanzable para todos aquellos que vivían encerrados en los templos. Ya sus imágenes, después de tanto tiempo retenidas en nuestra memoria de niños, no se reconocían de tan gastadas. Sin embargo, nunca desistimos de buscar entre sus ropas, esos brebajes frágiles y embriagantes, que nos hacían pensar que había otra realidad mas reconfortante. Nadie sabe donde comienza y ellos nunca hablaban dede ella. La realidad, esa que ellos traían como puño de luz y se enredaba en los telares de lo posible. Nosotros, mis amigos y yo, nunca maduramos lo suficiente para indagar la existencia de la ciudad, que ellos decían, era contemporánea de la vieja Ur de los caldeos. Cuando ellos llegaban, era fácil ver arder a los peces voladores que se convertían en estrellas luminosas. El azul andaba desnudo correteando el fresco de la noche y de los cabellos de las niñas podíamos ver el horizonte, ahí donde comienza el mundo. Todo giraba y nunca sabíamos con precisión cual era el centro.
Eran marido y mujer, al menos siempre lo pensamos así. Ellos se miraban con una complicidad amorosa. Ahora lo entendemos o tal vez así queremos que sea. 


Cuando crecimos llegó la tolvanera y se llevo todo. Por eso, cada 6 de enero nos reunimos en mi antigua casa y nos juntamos a oír los silencios y ver, si por acaso, podemos, al través de la ventana, resucitar esa otra realidad de la pareja.

Sergio Astorga Acuarela/papel 20 x 30 cm.