Ella estaba pintada en azulejo, en la estación de trenes. Dan ganas de llevarla, de enfadar al público que pasa indiferente. Quisiera vestirme de azul o de paisano y no subirme al tren y encadenarme al muro y preguntar por su nombre y no saber y no poder y en algún golpe de luz cerrar la puerta. Suplicar a no sé quién, en esta tarde dulce, cómo se convence a una mujer de salir del azulejo. Dan ganas de que llueva y abrir su paraguas y enlodarse en las calles antiguas hasta que nos duela el caminar descalzos. Me mojo y no me importa.
ABRAZADABRA
                      -
                    
Aunque lo importante de los libros está dentro, no se puede desdeñar una 
imagen sugerente que atraiga al lector. Dicho esto, quiero co...
Hace 8 horas.


