Ella estaba pintada en azulejo, en la estación de trenes. Dan ganas de llevarla, de enfadar al público que pasa indiferente. Quisiera vestirme de azul o de paisano y no subirme al tren y encadenarme al muro y preguntar por su nombre y no saber y no poder y en algún golpe de luz cerrar la puerta. Suplicar a no sé quién, en esta tarde dulce, cómo se convence a una mujer de salir del azulejo. Dan ganas de que llueva y abrir su paraguas y enlodarse en las calles antiguas hasta que nos duela el caminar descalzos. Me mojo y no me importa.
363. De antología III - "Mujeres minicuentistas" (2)
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Editora invitada: Lilian Caicedo O.Feroz Paz Monserrat Revillo (España)
En el pueblo no se habla de otra cosa que de la preocupante plaga de
Caperucit...
Hace 1 día.