martes, 20 de mayo de 2025

Pies en rama

 

Solitario como el árbol que come sus raíces, el capitán Acevedo fue perforado por la luz rota de la conquista. Para él la batalla fue su flor. Una semilla que estalló en su carne y nunca encontró labios fértiles. Así pasó su vida frotando sus radios y sus húmeros hasta que la chispa encendió el bosque. Él, como el bello dormido, nos llama por la noche para cantar al moribundo viviente del nosotros. 

Su garganta azabache llegó de las islas Azores. A pesar de la noche desierta, él sigue entre nosotros bañándose entre ramas de pirú y menta. 

En la procesión del pueblo todavía se siente el humo del fusilamiento. El sol todavía reconoce los rostros; el nombre de la derrota en el gran árbol viviente de los siglos. Él, danza cara a cara y en el cruce de caminos la dureza del combate tendrá su nombre.