lunes, 11 de febrero de 2013

Entre dientes



Diente a diente se comía la soberbia. Le sabía bien, un sabor a hongo, decía. A tierra  abultada, confirmaba. Lo conocí  el día del Tlacuache, cuando los danzantes visten de pantalones amarillos y los tambores secretean sus sonidos entre los árboles. 
Él era hombre de trabajo, de manos calludas que sabían machacar  la arrogancia, esa que va creciendo como la yerba al lado del camino. Después de comer se puso a descansar.

Los señores del inframundo festejaban la partida del día. Los lazos de las horas comenzaron a quedar inquietos y los retazos de luz se fueron quedando en los rincones.
Mañana vamos a sembrar para que dejes algo vivo -me dijo. -No te puedes ir así, a lo vacío. 

No hice caso y desde entonces traigo la jactancia entre los dientes.

Sergio Astorga
Tinta/papel