En el torbellino de la O, la trenza del mundo se enmudece. Solo una nota al pie de página se distingue entre las risas de Ernest Tinchan, con su porro encendido.
Esta tarde en Oporto, tiene el frío húmedo como la O que aludo.
En el torbellino de la O, la trenza del mundo se enmudece. Solo una nota al pie de página se distingue entre las risas de Ernest Tinchan, con su porro encendido.
Esta tarde en Oporto, tiene el frío húmedo como la O que aludo.
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