martes, 13 de mayo de 2025

Güerito


En su tránsito terrestre el güerito tuvo un aire lacustre y esa cóncava voz de gallinazo. Llegó con una mancha de amor en la camisa. Cuando bajó la escalinata del barco que lo trajo de Islandia, la mancha fue creciendo, se metió entre las cuerdas que detenían el barco, se enredó en el barandal y se metió en el equipaje del primer belis que salió a su encuentro. No pasó por migración y como un pájaro amoroso esperó al güerito en el lobby de la estación. La mancha lo siguió a la cafetería, se sentó en la mesa codo a codo con el güerito. Estuvo coqueteando con todas las muchachas que desayunaban, ellas sentían como se metía debajo de su blusa un ardor, una calentura espontánea. La mancha estuvo de blusa en blusa hasta que el güerito pagó la cuenta y salió precipitadamente del café. Ya lo había hecho en otras ocaciones para tratar de confundir y deshacerse de la mancha, pero ella, con la intuición del cariño empecinado lo encontraba con tan sólo caminar unas pocas calles.

Caminó en zigzag, entrando y saliendo de almacenes, se sentó en parques, estrechó arbustos, se abrazó a los árboles; cruzó calles sin esperar el verde en los semáforos. La mancha como un sudor rancio lo seguía.

No se habrá dado cuenta de que el amor mancha, que soy una huella indeleble y que no se puede abandonar de buenas a primeras. Mi lealtad es profunda. Sinceramente, no me atrae, soy mancha por vocación, desinteresada. Como toda mancha tuve una infancia, juguetona, frágil y funesta. Mi desencanto comenzó temprano y de nada sirve lavar y tallar la prenda en donde guarezco.

Cansado de caminar todo el día, antes de llegar al hotel, el güerito se sentó en las escaleras del Monumento a los Aliados. Si platico con ella, si la confronto. Si le digo que me ha nacido el desamor. Tal vez lo entienda. Desterrar ese líquido que como bailarina gira y gira y me llena de negros hilos esos sueños por volver a enamorar. Sé bien     que mis heridas me crispan los nervios y no sólo tengo manchas, a veces siento que seres verduscos se meten en mis ojos y me dejan el corazón con tierra.

Oye tú, le gritó a la mancha. Y a basta de seguirme hora tras hora, necesito silencio, no lo entiendes. ¿Qué quieres de mí?

Eres mi pesadilla güerito, mi último caballo. Eres mi día solar. Soy tu hidra. Tu amante. Tu sombra rumbo al altar.

El desamor es mi brújula ¿no lo entiendes? Soy un frio hueso, no te necesito. ¿Qué puedo hacer? Para matarte.

Dame otra noche más y dame tu apellido y tendré mi mancha degollada. Lléname de blanco para migrar por el cuello de la luna como un crimen perfecto. Enamórate de mí y desátame esta cuerda que te abraza.

Con urgencia la noche se acumuló y la guadaña fue rápida. Un solo golpe enamorado bastó para diluir la mancha. Con un nudo en la garganta, el güerito, desde entonces se le olvidó besar.

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