martes, 30 de diciembre de 2014

Resquicios del catorce


Como si fuera un antifaz con una a sonrisa metálica que nos indica que los sesos de nuestro cráneo son un trampolín para el poeta y oportunidad inmobiliaria para el potentado, la realidad se nos presenta inexorable. Parece penitencia cotidiana ver cómo pasan los días expuestos al deslumbramiento de lo que hay detrás, del otro lado: la otra orilla. Ese otro latido que vislumbramos, como quien levanta el fantasma del viaje. Desde nuestro armario sacamos los pañuelos de lino para aventarlos por los huecos que nuestra mano puede penetrar. El eterno oleaje de las cosas es leal, como esa fatiga al retorno, como esa ineptitud cultural que a todo se acostumbra. No se puede dudar con ese apego a la noria. La palidez del paisaje solo se aviva con la tentación descriptiva. La ceniza es para calcinar el poco viento que se cuela por el antifaz metálico que ríe como si gozara de impedir la visión de conjunto. 

La consciencia es un simple tintineo caritativo que se acomoda en los resquicios del catorce. El quince viene con el escote abierto. Cortejemos.

Fotografía: vista del río Douro dede Vila Nova de Gaia, Porto Portugal.

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