lunes, 2 de febrero de 2015

Engatado


Sólo lo miraba. Le buscaba los ojos. Paralizados, fingían dominar la situación. Sobre las escaleras el pequeño gato parecía suspendido en su arrogancia. Un volumen quietísimo y una luz intensa parecía convertirlo en estatua. 
Tomás, no podía subir las escaleras y entrar a su casa. No era la primera vez que se encontraban. Los primeros encuentros terminaron mal. Las cicatrices en los brazos así lo atestiguaban. Aprendida la lección, ahora permanecía quieto mirándole a los ojos. Retándolo. Desafiando por instinto, la dignidad de la especie. El gato con mas historia, sabía dominar su miedo e impasible dejaba que Tomás, lo imitara.
Cuando Tomás sentía la victoria cercana, un aterrador grito le cortaba la concentración.

- ¡Tomás! Qué tanto haces que no subes. Que se enfría la sopa. No tengo todo el día.
- El gato no me deja pasar.

Dos manos aferradas a una escoba y una mirada aterradora, lograban resolver el enigma del triunfo tantas veces anhelado.

Fotografía. Escaleras en la Rua de Barredo. Centro Histórico de Porto, Portugal.

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