miércoles, 5 de septiembre de 2012

Retórica de la serpiente



Madura la vegetación de pieles entre las conversaciones cotidianas. Son carreteras de frases las que se dicen cuando se reúnen esas palabras que serpentean en nuestras cabezas y nuestros cuerpos. En los cafés o en la plaza estamos rodeados del impulso de decir. Fluyen y avanzan sin llegar nunca, en un presente se consumen y se devoran unas a otras como alacranes ardientes.

Cuando era niño pensaba que el árbol de granada en medio del patio era habitado por esos frutos carnosos que son las palabras. Poco a poco se fue secando el árbol y esas palabras quedaron leprosas dentro de mis pulmones.

Después, al vaivén de unas caderas de mujer se confundieron con ese conclave de silencios que me recorrían. Todo fue en vano, las palabras se rompieron y en añicos los signos se expandieron por los años.

En esta desbandada, el fracaso y el éxito se asemejan a esos cantos de los pescadores que recogen sus redes para tirarlas al mar al otro día.

Así como se recorren las calles, las palabras son serpientes que recorren los cuerpos, se pegan a ellos, se alimentan, se conversan; convierten la retórica en verdadera vivencia cotidiana.

Todos los nombres vuelven estar en el árbol de granada.

Sergio Astorga

Tinta/papel 29 x 30 cm.

2 comentarios:

María Eugenia dijo...

Palabras que fluyen, serpentean, se atascan, prometen, se desgranan, por fortuna en ocasiones caen en tierra fértil y sorprenden y alivian y seducen.
Un abrazo.

Sergio Astorga dijo...

María Eugenia, que bien captaste el texto. Quiero el fluir el sonar. Decir y contradecir: acto de la escritura.

Abrazos fluidos.