lunes, 30 de marzo de 2015

Inspiración


Callados siempre fueron. 
Mudos y ágiles pasaron los días de cosecha. En la temporada de riego siempre hay sorpresas. Dicen que desde el sauce hasta la casa de las muchachas, una se llama Tere y la otra Jacinta, una culebra salía por las noches. Afirman que su olor era fuerte porque atraía, cautivaba. Una vez yo me acerqué hasta su casa y las vi por una rendija de una puerta de ocote muy gastada. Sus pieles eran blancas, como de leche y sus cabellos negros, uno largo hecho trenza y otro muy corto como el de mi tía, la que nadie quiere por moderna. Ellas no me sintieron, pero yo sí. Se enrollaban y se frotaban una con otra como si tuvieran frío, ese frío de ausencia que uno lleva adentro.

Los vecinos, callados siempre fueron. Por eso tejen con palma culebras multicolores que se entrelazan como las muchachas. Yo creo que las han viso. Si no ¿cómo?. La imaginación no da para tanto.

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